sábado, 4 de abril de 2015

El Propósito Eterno de Dios. (Parte 1)

“Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado” Efesios 1:18.

Introducción.
Desde el principio, Dios ha tenido un secreto. Antes del tiempo, el Todopoderoso envolvió su alto y sagrado propósito en un misterio, y lo escondió en su Hijo. Durante siglos, ninguno conoció cual era este propósito eterno. Estuvo profundamente escondido en Dios. Fue un secreto -El secreto de los tiempos (Rom. 16:25; Col. 1:26; Ef. 3:4-5, 9).
El misterio no fue velado solo a los mortales, también fue escondido de los ángeles. Gabriel y Miguel nunca lo supieron. Tampoco Lucifer ni sus huestes demoniacas (1 Cor. 2:7-8; Ef. 3:9-10). ¿Porque es que Dios mantuvo Su propósito en secreto por tanto tiempo? Probablemente porque no quería ver Su propósito frustrado súbitamente. El propósito de Dios encarna Su sueño, Su pasión, los latidos de Su corazón. Así es que lo mantuvo velado hasta que el tiempo se completara.
Los autores del antiguo testamento proclamaron el sagrado misterio en historias, símbolos, imágenes, y sombras. Pero a pesar de que los reyes, profetas y sabios lo proclamaron, ninguno lo entendió.
Entonces un día, sucedió. Dios recorrió la cortina y reveló el secreto. Escogió a un hombre llamado Pablo de Tarso para develarlo al mundo (Col. 1:25-29; Ef. 3:1-11). En las cartas de Pablo, especialmente Efesios y Colosenses, el apóstol habló de este misterio con gran fervor. Él virtualmente agotó el lenguaje humano para expresar sus incomparables profundidades e insondables alturas. Pablo, junto con otros apóstoles y profetas del Primer Siglo, fueron “Administradores de los misterios Divinos” (1Cor. 4:1; Col. 1:25-26; Ef. 3:2-9)
El día en que Dios levantó el telón y develó el secreto, Su enemigo se congeló de terror. Satanás nunca vio, soñó, o pensó que algo así hubiera sido posible. Aunque Dios reveló Su misterio en el primer siglo, este sigue siendo un secreto para muchos cristianos hoy. El Espíritu Santo debe abrir los ojos de Su gente en cada generación para que éstos puedan comprenderlo. En esta forma, la gran oración de Pablo en Efesios 1:17-23 sigue siendo contestada.
El divino misterio está relacionado con una mujer. Esta increíble mujer llena las páginas de las Sagradas Escrituras. Ella aparece desde el principio de la Biblia; ella aparece en todas las páginas centrales, y ella está en el mismísimo final. Las Escrituras nos dan una visión exaltada de esta mujer junto con su inmaculado Esposo.

El Drama Eterno
En Génesis 1 y 2 la Biblia inicia con una mujer y un hombre. En Apocalipsis 21 y 22 la Biblia termina con una mujer y un hombre. La Biblia comienza con una boda y termina con una boda. Comienza con un joven y una muchacha y termina con un joven y una muchacha.
El romance celestial del que estamos hablando comienza en Génesis 2. Volvamos a visitar el día séptimo de la creación de Dios y observemos como se desarrolla este drama:
“Y acabo Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo, le haré ayuda idónea para él. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese como las había de llamar, y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; más para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerro la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne, ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán una sola carne” (Génesis 2:2, 2:18-24).
La creación ha sido terminada, pero Dios aún no ha terminado. La tierra ha sido llena de vida: vida de plantas, vida de aves, vida de peces, vida de animales, pero Adán, el primer hombre de Dios, está solo. Completamente solo.
Dios ahora le asigna a Adán una tarea de enormes proporciones: el nombrar todas las aves y criaturas terrestres, así que Adán comienza a poner nombre a los animales. Conforme cada criatura va marchando, él no puede evitar notar que cada uno de ellos tiene una compañera. Cada animal tiene una criatura justo como él, pero diferente. Cada forma de vida tiene una contraparte.  
¿El resultado? Una dolorosa angustia llenó el alma de Adán. Se dio cuenta más que nunca que se encontraba solo, muy solo. No había nadie como él.
De todas las criaturas que caminaron delante de Adán ese día, ninguno de ellas poseía una mano como Adán, una mano que pudiera asir. Conforme cada animal pasaba frente a él, Adán estuvo anhelando, esperando el encontrar uno como él, pero ninguno apareció. El final de la jornada del octavo día llegó.
Todas las criaturas que Dios formó habían caminado frente a Adán, y su soledad solamente se intensificaba. Él llego entonces a estar dolorosamente consciente de que era la única criatura bajo el cielo de Dios que no tenía compañía. Él era el único de su clase en todo el universo, y recuerde, la creación había terminado.

La Soledad del Hombre.
¿Alguna vez se ha sentido solo? ¿Alguna vez ha sentido la angustia de encontrarse solo?
Considere esto por un momento, e imagine la incomparable soledad que Adán debió haber experimentado en el planeta tierra después de haber sido creado. No había otro ser humano en todo el planeta.
No solo era Adán la única criatura en la tierra que no poseía una compañera, había algo más acerca de él que ninguna otra criatura compartía. Algo dentro de él anhelada desesperadamente liberación. Algo pulsante en su pecho deseaba salir. ¿Sabes qué cosa era? Eso era Pasión.
Dios puso dentro del latiente pecho de Adán una intensa y consumidora pasión. Un amor abrumador. Pero Adán estaba solo. No tenía nadie a quien dirigir esa pasión. Él deseaba compañía humana, un complemento, una criatura como él mismo, que fuera el contenedor de su pasión. La pasión que estaba encerrada dentro de las profundidades del pecho de Adán no encontró salida. No pudo ser liberada.
Adán, por consiguiente, se encontraba profundamente frustrado. Él era un hombre poseído por una pasión. Pero no existía nadie en quien él pudiera vaciarla. Dios vio el profundo dilema de Adán, incluso Él lo sentía. De alguna manera incomprensible, el Todopoderoso se podía identificar con Adán. ¿Cómo sabemos esto? Porque Adán fue hecho con el molde de la divinidad. No fue ningún accidente de parte de Dios el hecho de que Adán estuviera solo. Adán tenía las huellas de la divinidad por todas partes.
En presencia de la gran soledad y frustración de Adán, Dios el Señor hizo estremecer el cielo con estas palabras: “No es bueno que el hombre esté solo”.
En esencia Dios dijo: Adán, no es bueno para ti el que estés solo. Te daré una compañera en quien puedas vaciar la pasión que he puesto dentro de tu corazón. Yo te daré una pareja. Yo te daré a alguien que será tu complemento. Adán, tendrás a una compañera que será como tú, pero no tú.

 Recordemos que la creación ha terminado. El séptimo día ha pasado. Estamos llegando al final del octavo día, El primer día de la semana.
Es la tarde, y Dios hace algo extraordinario: Lleva al hombre al más profundo sueño, muy parecido a la muerte.
He aquí le mostraré un misterio: Había una mujer escondida dentro de Adán.
Quiero que se imaginen a Adán, recostado en el suelo, en un hipnótico sueño y profundo como la muerte. Observa su cuerpo inmóvil, mientras el Altísimo se acerca a él y abre su costado. Los ángeles del cielo están atentos a lo que está a punto de tomar lugar. Del interior del mismísimo Adán, el Señor extrae otro ser. El Todopoderoso toma de Adán una parte, y de ésta forma otro Adán. Dios saca un humano del primer humano y forma un segundo humano. Y este segundo humano tiene dentro de él un corazón pulsante, y todo lo que conforma el primer humano, incluyendo su pasión.

Así que del costado de Adán, Dios “confeccionó a una mujer” (Gen 2:22, Texto Hebreo). Ésta mujer no es parte de la primer creación. Ella apareció después de la creación, en el octavo día.
Consecuentemente, esta mujer es una nueva creación. La drástica cirugía de Adán había terminado, y despertó de la anestesia de Dios. Tan pronto como Adán sacudió el sueño de sus párpados, se volvió y abrió sus ojos. Lo que vio era algo difícil de explicar. Delante de sus propios ojos vio respirar a un ser viviente y pulsante. Otro ser humano. Pero no solo otro humano, ella era Adán mismo, en otra forma.
Inmediatamente, notó que ella tenía una mano justo como la suya, una mano que podía sostener. Ella tenía labios al igual que él, pero más gruesos y atractivos. En ese momento, Adán se dio cuenta que ya no estaba solo. Él ahora tenía una pareja que lo complementaba, una compañera. Instantáneamente, los dos fueron hipnóticamente atraídos el uno hacia el otro. Adán se enamoró profundamente de ella, y ella de él.
De acuerdo con el texto hebreo, cuando Adán vio esta nueva creación, él pronunció estas palabras: “Esto por fin es hueso de mis huesos y carne de mí carne” (Gen 2:23) “Por fin ya no estoy solo” “Por fin la pasión de mi corazón tiene un conducto” “Finalmente el amor que ha estado latiendo dentro de mi pecho tiene un hogar”.
Adán había permanecido solo en esta tierra. Él había sido la criatura más solitaria en el planeta.
Pero ahora, en el octavo día, se encontró en la presencia de alguien que era justo como él. Ella era Adán en una forma diferente, y en un cegador destello de conciencia, Adán se dio cuenta de que su soledad se había desvanecido. Su pasión había encontrado un lugar donde podía ser derramada. Había encontrado liberación.

Adán amaba a su nueva novia, y lo hacía apasionadamente. En ella, una pasión hacia él despertó en lo más profundo de su ser. Era una pasión pura y palpitante en su pecho, la primera mujer entregaba su amor al primer hombre.

El Círculo de la Pasión
Ahora me gustaría aventurarme a preguntar: ¿De dónde adquirió la mujer la capacidad de amar apasionadamente? La respuesta: De Adán, pues ella vino de dentro de él. ¿La mujer se forzó a amar a Adán? De ninguna manera. Su pasión fue la respuesta natural a la pasión de Adán hacia ella. De hecho, era la propia pasión de Adán regresando a él. La primera mujer tuvo la pasión del esposo palpitando en su pecho y corriendo por sus venas, pues ella fue hecha del mismo Adán.
Así que, finalmente, el primer hombre de Dios había obtenido compañía. Sin duda fue amor a primera vista. Al instante, ella se convirtió en su novia. Pero también llegó el más importante momento en el que ella se volvería más que una novia. Ella se convertiría en su esposa, donde los dos se convertirían en uno. Y la pasión que inundó el pecho de Adán sería entonces completamente satisfecha.

UN ACERCAMIENTO A LA PRIMERA EVA.
Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamo su nombre Adán, en el día cuando ellos fueron creados. - Génesis 5:2 (RV1960).

Considere la primera mujer, la novia de Adán. Ella es magnífica, más allá de toda descripción, más hermosa de lo que podríamos imaginar. Hay características dentro de ella que comúnmente pasamos sin ver cuando leemos los primeros capítulos de Génesis. Exploremos algunas de ellas: Ella era Adán en otra forma, pues ella fue tomada de dentro de Él (Gen. 2:23)
Ella tomó el nombre de Adán. De acuerdo con Génesis 5:2, Dios llamó al hombre y a la mujer Adán. Después de la caída Adán llamaría a su esposa Eva, pero antes de la caída, ella tomó el nombre de su esposo.
Ella estaba completamente dedicada a Adán, y Adán estaba completamente dedicado a Ella, piense acerca de esto. En la existencia de Adán no había ninguna otra mujer disponible para escoger. No tuvo otras opciones. Ella era todo lo que tenía.
Consecuentemente, Adán no tuvo ojos para otra mujer. Sus ojos nunca se apartaron de ella, pues no hubo otra mujer que lo distrajera. De la misma forma, Eva solo tenía ojos para Adán. No hubo otro hombre en su existencia a quien amar. La devoción que el uno tenía para el otro era indescriptible.
Ella fue esculpida y moldeada del propio cuerpo de Adán. Ella era carne de su carne, hueso de sus huesos. Su ADN fue idéntico al de Adán. Ella era por él, en él, y para él. Ella poseía los genes de su esposo. Ella era impecable. Adán fue creado perfecto. Él era inocente y sin pecado. No sentía culpa o tristeza por ninguna cosa. Él estaba libre de complejos de inferioridad, ¿y que de su amada esposa? ¿Acaso ella hizo su aparición en esta tierra con un dolor de cabeza causado por culpas y por un alma atormentada por condenación? Absolutamente no. Ella era tan perfecta como su esposo. Ella no tenía defecto alguno. Faltan palabras para alcanzar a describir que tan hermosa debió haber sido Eva. Ella era cautivante, pura y más hermosa que la misma hermosura. Así como Adán, ella fue adornada con luz y coronada con gloria (Salmos 8:5). Ella era la mujer perfecta. Ella era el cuerpo de Adán. Ella salió de su costado. Ella fue tomada de su propia anatomía, por lo tanto, ella poseía la misma vida de Adán. Ella era inseparable de Él, y al mismo tiempo, diferente.
Adán fue la fuente de la vida de Eva. Adán fue la base de su existencia. Eva solo podía existir porque una parte de Adán estaba en ella. Sin Adán ella no tenía existencia. Ella fue hecha por completo para Adán. Dios creó a Adán con el deseo de liberar su pasión. Él deseaba amar y ser amado. Eva fue la respuesta a ese deseo.
Ella estuvo siempre en él. Ella pre-existió en Adán antes de hacer su aparición en esta tierra. Adán vagó por esta tierra con una mujer escondida dentro de él. Su cuerpo fue constituido como la matriz en la cual ella un día aparecería. Ella fue el incremento de Adán. Cuando ella salió de su costado, Adán fue incrementado. Cuando ella fue formada, Adán fue engrandecido. Cuando ella fue edificada, Adán se multiplicó. Finalmente, ella proveería a Adán de hijos y llenaría la tierra con su imagen.
Ella fue interdependiente de Adán. Dios la sacó de la pleura de Adán, de su costado. Dios dividió a Adán en dos y juntos portaron la imagen completa de Dios.
Ella fue la gloria de Adán. 1Cor. 11:7 dice: “La mujer es la gloria del hombre”, esto significa que Eva reflejaba a Adán. Cuando la veías a ella, lo mirabas a Él.
Así que, aquí está, la romántica historia de todos los tiempos. El primer hombre y su magnífica novia, y la pasión desbordante que latía en ambos corazones el uno por el otro.

Pero hay un punto en esta historia que no hemos mencionado. No estamos en realidad contando la historia de Adán y Eva. Estamos contando una historia mucho más grande… (continuará la parte 2 en la siguiente entrada).
Les sigo invitando a leer el blog hermano: cristinismoverdadero.blogspot.com

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