El Propósito Eterno de Dios. (Parte 1)
“Pido
también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué
esperanza él los ha llamado” Efesios
1:18.
Introducción.
Desde el principio, Dios ha tenido un secreto. Antes del tiempo, el
Todopoderoso envolvió su alto y sagrado propósito en un misterio, y lo escondió
en su Hijo. Durante siglos, ninguno conoció cual era este propósito eterno.
Estuvo profundamente escondido en Dios. Fue un secreto -El secreto de los
tiempos (Rom. 16:25; Col. 1:26; Ef. 3:4-5, 9).
El misterio no fue velado
solo a los mortales, también fue escondido de los ángeles. Gabriel y Miguel
nunca lo supieron. Tampoco Lucifer ni sus huestes demoniacas (1 Cor. 2:7-8; Ef.
3:9-10). ¿Porque es que Dios mantuvo Su propósito en secreto por tanto tiempo?
Probablemente porque no quería ver Su propósito frustrado súbitamente. El
propósito de Dios encarna Su sueño, Su pasión, los latidos de Su corazón. Así
es que lo mantuvo velado hasta que el tiempo se completara.
Los autores del antiguo testamento proclamaron el sagrado misterio en
historias, símbolos, imágenes, y sombras. Pero a pesar de que los reyes,
profetas y sabios lo proclamaron, ninguno lo entendió.
Entonces un día, sucedió.
Dios recorrió la cortina y reveló el secreto. Escogió a un hombre llamado Pablo
de Tarso para develarlo al mundo (Col. 1:25-29; Ef. 3:1-11). En las cartas de
Pablo, especialmente Efesios y Colosenses, el apóstol habló de este misterio
con gran fervor. Él virtualmente agotó el lenguaje humano para expresar sus
incomparables profundidades e insondables alturas. Pablo, junto con otros
apóstoles y profetas del Primer Siglo, fueron “Administradores de los misterios
Divinos” (1Cor. 4:1; Col. 1:25-26; Ef. 3:2-9)
El día en que Dios levantó el telón y develó el secreto, Su enemigo se
congeló de terror. Satanás nunca vio, soñó, o pensó que algo así hubiera sido
posible. Aunque Dios reveló Su misterio en el primer siglo, este sigue siendo
un secreto para muchos cristianos hoy. El Espíritu Santo debe abrir los ojos de
Su gente en cada generación para que éstos puedan comprenderlo. En esta forma,
la gran oración de Pablo en Efesios 1:17-23 sigue siendo contestada.
El divino misterio está relacionado
con una mujer. Esta increíble mujer llena las páginas de las Sagradas
Escrituras. Ella aparece desde el principio de la Biblia; ella aparece en todas
las páginas centrales, y ella está en el mismísimo final. Las Escrituras nos
dan una visión exaltada de esta mujer junto con su inmaculado Esposo.
El Drama Eterno
En Génesis 1 y 2 la Biblia inicia con una mujer y un hombre. En
Apocalipsis 21 y 22 la Biblia termina con una mujer y un hombre. La Biblia
comienza con una boda y termina con una boda. Comienza con un joven y una
muchacha y termina con un joven y una muchacha.
El romance celestial del que
estamos hablando comienza en Génesis 2. Volvamos a visitar el día séptimo de la
creación de Dios y observemos como se desarrolla este drama:
“Y
acabo Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda
la obra que hizo Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo, le
haré ayuda idónea para él. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia
del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese como las
había de llamar, y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su
nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado
del campo; más para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios
hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus
costillas, y cerro la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó
del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es
ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne, ésta será llamada Varona, porque
del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer y serán una sola carne” (Génesis 2:2, 2:18-24).
La creación ha sido terminada, pero Dios aún
no ha terminado. La tierra ha sido llena de vida: vida de plantas, vida de
aves, vida de peces, vida de animales, pero Adán, el primer hombre de Dios,
está solo. Completamente solo.
Dios
ahora le asigna a Adán una tarea de enormes proporciones: el nombrar todas las
aves y criaturas terrestres, así que Adán comienza a poner nombre a los
animales. Conforme cada criatura va marchando, él no puede evitar notar que
cada uno de ellos tiene una compañera. Cada animal tiene una criatura justo
como él, pero diferente. Cada forma de vida tiene una
contraparte.
¿El resultado? Una dolorosa angustia llenó el
alma de Adán. Se dio cuenta más que nunca que se encontraba solo, muy solo. No
había nadie como él.
De todas las criaturas que caminaron delante
de Adán ese día, ninguno de ellas poseía una mano como Adán, una mano que
pudiera asir. Conforme cada animal pasaba frente a él, Adán estuvo anhelando,
esperando el encontrar uno como él, pero ninguno apareció. El final de la
jornada del octavo día llegó.
Todas las criaturas que Dios formó habían
caminado frente a Adán, y su soledad solamente se intensificaba. Él llego
entonces a estar dolorosamente consciente de que era la única criatura bajo el
cielo de Dios que no tenía compañía. Él era el único de su clase en todo el
universo, y recuerde, la creación había terminado.
La Soledad del Hombre.
¿Alguna vez se ha sentido solo? ¿Alguna vez
ha sentido la angustia de encontrarse solo?
Considere esto por un momento, e imagine la
incomparable soledad que Adán debió haber experimentado en el planeta tierra
después de haber sido creado. No había otro ser humano en todo el planeta.
No solo era Adán la única criatura en la
tierra que no poseía una compañera, había algo más acerca de él que ninguna
otra criatura compartía. Algo dentro de él anhelada desesperadamente
liberación. Algo pulsante en su pecho deseaba salir. ¿Sabes qué cosa era? Eso
era Pasión.
Dios puso dentro del latiente pecho de Adán
una intensa y consumidora pasión. Un amor abrumador. Pero Adán estaba solo. No
tenía nadie a quien dirigir esa pasión. Él deseaba compañía humana, un
complemento, una criatura como él mismo, que fuera el contenedor de su pasión.
La pasión que estaba encerrada dentro de las profundidades del pecho de Adán no
encontró salida. No pudo ser liberada.
Adán, por consiguiente, se encontraba profundamente
frustrado. Él era un hombre poseído por una pasión. Pero no existía nadie en
quien él pudiera vaciarla. Dios vio el profundo dilema de Adán, incluso Él lo
sentía. De alguna manera incomprensible, el Todopoderoso se podía identificar
con Adán. ¿Cómo sabemos esto? Porque Adán fue hecho con el molde de la
divinidad. No fue ningún accidente de parte de Dios el hecho de que Adán
estuviera solo. Adán tenía las huellas de la divinidad por todas partes.
En presencia de la gran soledad y frustración
de Adán, Dios el Señor hizo estremecer el cielo con estas palabras: “No es
bueno que el hombre esté solo”.
En esencia Dios dijo: Adán, no es bueno para
ti el que estés solo. Te daré una compañera en quien puedas vaciar la pasión
que he puesto dentro de tu corazón. Yo te daré una pareja. Yo te daré a alguien
que será tu complemento. Adán, tendrás a una compañera que será como tú, pero
no tú.
Recordemos
que la creación ha terminado. El séptimo día ha pasado. Estamos llegando al
final del octavo día, El primer día de la semana.
Es la tarde, y Dios hace algo extraordinario:
Lleva al hombre al más profundo sueño, muy parecido a la muerte.
He aquí le mostraré un misterio: Había una
mujer escondida dentro de Adán.
Quiero que se imaginen a Adán, recostado en
el suelo, en un hipnótico sueño y profundo como la muerte. Observa su cuerpo
inmóvil, mientras el Altísimo se acerca a él y abre su costado. Los ángeles del
cielo están atentos a lo que está a punto de tomar lugar. Del interior del
mismísimo Adán, el Señor extrae otro ser. El Todopoderoso toma de Adán una
parte, y de ésta forma otro Adán. Dios saca un humano del primer humano y forma
un segundo humano. Y este segundo humano tiene dentro de él un corazón
pulsante, y todo lo que conforma el primer humano, incluyendo su pasión.
Así que del costado de Adán, Dios
“confeccionó a una mujer” (Gen 2:22, Texto Hebreo). Ésta mujer no es parte de
la primer creación. Ella apareció después de la creación, en el octavo día.
Consecuentemente, esta mujer es una nueva
creación. La drástica cirugía de Adán había terminado, y despertó de la
anestesia de Dios. Tan pronto como Adán sacudió el sueño de sus párpados, se
volvió y abrió sus ojos. Lo que vio era algo difícil de explicar. Delante de
sus propios ojos vio respirar a un ser viviente y pulsante. Otro ser humano.
Pero no solo otro humano, ella era Adán mismo, en otra forma.
Inmediatamente, notó que ella tenía una mano
justo como la suya, una mano que podía sostener. Ella tenía labios al igual que
él, pero más gruesos y atractivos. En ese momento, Adán se dio cuenta que ya no
estaba solo. Él ahora tenía una pareja que lo complementaba, una compañera.
Instantáneamente, los dos fueron hipnóticamente atraídos el uno hacia el otro.
Adán se enamoró profundamente de ella, y ella de él.
De acuerdo con el texto hebreo, cuando Adán
vio esta nueva creación, él pronunció estas palabras: “Esto por fin es hueso de
mis huesos y carne de mí carne” (Gen 2:23) “Por fin ya no estoy solo” “Por fin
la pasión de mi corazón tiene un conducto” “Finalmente el amor que ha estado
latiendo dentro de mi pecho tiene un hogar”.
Adán había permanecido solo en esta tierra.
Él había sido la criatura más solitaria en el planeta.
Pero ahora, en el octavo día, se encontró en
la presencia de alguien que era justo como él. Ella era Adán en una forma
diferente, y en un cegador destello de conciencia, Adán se dio cuenta de que su
soledad se había desvanecido. Su pasión había encontrado un lugar donde podía
ser derramada. Había encontrado liberación.
Adán amaba a su nueva novia, y lo hacía
apasionadamente. En ella, una pasión hacia él despertó en lo más profundo de su
ser. Era una pasión pura y palpitante en su pecho, la primera mujer entregaba
su amor al primer hombre.
El Círculo de la Pasión
Ahora me gustaría aventurarme a preguntar:
¿De dónde adquirió la mujer la capacidad de amar apasionadamente? La respuesta:
De Adán, pues ella vino de dentro de él. ¿La mujer se forzó a amar a Adán? De
ninguna manera. Su pasión fue la respuesta natural a la pasión de Adán hacia
ella. De hecho, era la propia pasión de Adán regresando a él. La primera mujer
tuvo la pasión del esposo palpitando en su pecho y corriendo por sus venas,
pues ella fue hecha del mismo Adán.
Así que, finalmente, el primer hombre de Dios
había obtenido compañía. Sin duda fue amor a primera vista. Al instante, ella
se convirtió en su novia. Pero también llegó el más importante momento en el
que ella se volvería más que una novia. Ella se convertiría en su esposa, donde
los dos se convertirían en uno. Y la pasión que inundó el pecho de Adán sería
entonces completamente satisfecha.
UN ACERCAMIENTO A LA PRIMERA EVA.
Varón y hembra los creó; y los bendijo, y
llamo su nombre Adán, en el día cuando ellos fueron creados. - Génesis
5:2 (RV1960).
Considere la primera mujer, la novia de Adán. Ella es magnífica, más
allá de toda descripción, más hermosa de lo que podríamos imaginar. Hay
características dentro de ella que comúnmente pasamos sin ver cuando leemos los
primeros capítulos de Génesis. Exploremos algunas de ellas: Ella era Adán en
otra forma, pues ella fue tomada de dentro de Él (Gen. 2:23)
Ella tomó el nombre de Adán. De acuerdo con Génesis 5:2, Dios llamó al
hombre y a la mujer Adán. Después de la caída Adán llamaría a su esposa Eva,
pero antes de la caída, ella tomó el nombre de su esposo.
Ella estaba completamente dedicada a Adán, y Adán estaba completamente
dedicado a Ella, piense acerca de esto. En la existencia de Adán no había
ninguna otra mujer disponible para escoger. No tuvo otras opciones. Ella era
todo lo que tenía.
Consecuentemente, Adán no tuvo
ojos para otra mujer. Sus ojos nunca se apartaron de ella, pues no hubo otra
mujer que lo distrajera. De la misma forma, Eva solo tenía ojos para Adán. No
hubo otro hombre en su existencia a quien amar. La devoción que el uno tenía
para el otro era indescriptible.
Ella fue esculpida y moldeada
del propio cuerpo de Adán. Ella era carne de su carne, hueso de sus huesos. Su
ADN fue idéntico al de Adán. Ella era por él, en él, y para él. Ella poseía los
genes de su esposo. Ella era impecable. Adán fue creado perfecto. Él era
inocente y sin pecado. No sentía culpa o tristeza por ninguna cosa. Él estaba
libre de complejos de inferioridad, ¿y que de su amada esposa? ¿Acaso ella hizo
su aparición en esta tierra con un dolor de cabeza causado por culpas y por un
alma atormentada por condenación? Absolutamente no. Ella era tan perfecta como
su esposo. Ella no tenía defecto alguno. Faltan palabras para alcanzar a
describir que tan hermosa debió haber sido Eva. Ella era cautivante, pura y más
hermosa que la misma hermosura. Así como Adán, ella fue adornada con luz y
coronada con gloria (Salmos 8:5). Ella era la mujer perfecta. Ella era el
cuerpo de Adán. Ella salió de su costado. Ella fue tomada de su propia
anatomía, por lo tanto, ella poseía la misma vida de Adán. Ella era inseparable
de Él, y al mismo tiempo, diferente.
Adán fue la fuente de la vida de Eva. Adán fue la base de su existencia.
Eva solo podía existir porque una parte de Adán estaba en ella. Sin Adán ella
no tenía existencia. Ella fue hecha por completo para Adán. Dios creó a Adán
con el deseo de liberar su pasión. Él deseaba amar y ser amado. Eva fue la
respuesta a ese deseo.
Ella estuvo siempre en él. Ella pre-existió en Adán antes de hacer su
aparición en esta tierra. Adán vagó por esta tierra con una mujer escondida
dentro de él. Su cuerpo fue constituido como la matriz en la cual ella un día
aparecería. Ella fue el incremento de Adán. Cuando ella salió de su costado,
Adán fue incrementado. Cuando ella fue formada, Adán fue engrandecido. Cuando
ella fue edificada, Adán se multiplicó. Finalmente, ella proveería a Adán de
hijos y llenaría la tierra con su imagen.
Ella fue interdependiente de Adán. Dios la sacó de la pleura de
Adán, de su costado. Dios dividió a Adán en dos y juntos portaron la imagen
completa de Dios.
Ella fue la gloria de Adán.
1Cor. 11:7 dice: “La mujer es la gloria del hombre”, esto significa que Eva
reflejaba a Adán. Cuando la veías a ella, lo mirabas a Él.
Así que, aquí está, la romántica historia de todos los tiempos. El
primer hombre y su magnífica novia, y la pasión desbordante que latía en ambos
corazones el uno por el otro.
Pero hay un punto en esta
historia que no hemos mencionado. No estamos en realidad contando la historia
de Adán y Eva. Estamos contando una historia mucho más grande… (continuará la parte 2 en la siguiente entrada).
Les sigo invitando a leer el blog hermano: cristinismoverdadero.blogspot.com
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