jueves, 16 de abril de 2015

El ministerio del Espíritu en llenar o La Plenitud del Espíritu.

Los ministerios del Espíritu. Anexo 1: La Plenitud del Espíritu.

7.- El ministerio del Espíritu en llenar o La Plenitud del Espíritu.

Innegablemente se puede ver en el libro de los Hechos de los Apóstoles que la llenura del Espíritu era la experiencia de los primeros cristianos. Por consiguiente, podemos llegar a un entendimiento claro de lo que es “la plenitud del Espíritu” por el estudio de la Palabra de Dios.
Se nos presenta un campo ilimitado cuando se nos dice que podemos ser “transformados en la misma semejanza (de Cristo), de gloria en gloria, así como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18).
Según las Sagradas Escrituras, el ideal divino es el creyente lleno del Espíritu. Se encuentra en el Nuevo Testamento un mandamiento directo: “Y no os embriaguéis con vino, en el cual hay disolución, sino antes sed llenos del Espíritu” (o, de una forma más literal, “dejad que el Espíritu os llene continuamente” (Ef. 5:18).
Aquí la forma del verbo difiere de la que se usa en conexión con los demás ministerios del Espíritu. El cristiano ha nacido, ha sido bautizado, habitado, y sellado por el Espíritu; pero debe ser llenado continuamente del Espíritu.
Por consiguiente, para experimentar la verdadera espiritualidad el cristiano tiene que ser lleno y mantenerse lleno del Espíritu. Puede ser que la iniciación en esta vida controlada por el Espíritu vaya acompañada de una experiencia, o puede ser que no.
El “Espíritu” es la causa de toda espiritualidad verdadera. Su obra es manifestar a “Cristo, el cual es nuestra vida” de tal manera que uno puede decir: “Porque para mí el vivir es Cristo”; pero el poder suficiente que hace posible dicha vida en que Cristo se ve en nosotros, es el Espíritu de Dios que nos habita, pues es el resultado de la plenitud del Espíritu.
Es importante notar que tres veces en el Nuevo Testamento el efecto de las bebidas alcohólicas se contrapone a la vida llena del Espíritu (Luc. 1:15; Hech. 2:12-21; Ef. 5:18). Como el alcohol estimula las fuerzas físicas y los hombres son inclinados a tomarlo para que les ayude en sus situaciones difíciles, de la misma manera que el hijo de Dios, enfrentando la responsabilidad sobrehumana de un andar y servicio celestial, se dirige al Espíritu quien es la fuente de todo poder y suficiencia. Cada momento en la vida espiritual se presentan demandas sobrehumanas y existe una necesidad desmedida de parte del creyente. Por tanto, es menester recibir y emplear constantemente la provisión de poder y gracia que se nos ofrece. Ser lleno del Espíritu es tener el Espíritu cumpliendo en nosotros todo lo que Dios propuso que hiciera cuando nos lo dio. Ser lleno de El no es el problema de recibir más del Espíritu: antes bien, es la cuestión de que el Espíritu tome más de nosotros.
Nunca tendremos más del Espíritu que la unción que cada cristiano ya ha recibido. Por otra parte, el Espíritu puede controlar todo el creyente y así manifestar en él la vida y el carácter de Cristo. De manera que la persona espiritual es aquella que experimenta el propósito y plan divino en su vivir diario por medio del poder del Espíritu que le habita. El carácter de dicha vida será la manifestación de Cristo. La causa de ella será la obra del Espíritu no impedido en nosotros (Ef. 3:16-21; 2 Cor. 3:18).
Se ve claramente en el Nuevo Testamento lo que el Espíritu produciría en una vida bien ajustada, y esta revelación en su totalidad constituye la definición bíblica de la verdadera espiritualidad. Tales empresas se asignan específicamente al Espíritu, y son Sus manifestaciones en el cristiano y por medio de él.

SIETE MANIFESTACIONES DEL ESPÍRITU.
Las manifestaciones del Espíritu son siete, las cuales se experimentan únicamente por los creyentes llenos del Espíritu; porque en las Escrituras, estos resultados nunca se relacionan con cualquier ministerio del Espíritu sino con el de la plenitud. Las siete manifestaciones del Espíritu son:
l. El Espíritu produce un carácter cristiano.
2. El Espíritu produce servicio cristiano.
3. El Espíritu enseña.
4. El Espíritu promueve alabanza y acción de gracias.
5. El Espíritu guía.
6. El Espíritu da testimonio con nuestro espíritu.
7. El Espíritu intercede por nosotros.

l. El Espíritu produce un carácter cristiano.
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza, dominio sobre sí mismo” (Gal. 5:22, 23).
Comprendida en estas nueve palabras tenemos no solamente una declaración exacta de lo que es el carácter cristiano, sino también una descripción del proceder de Cristo mientras vivía en la tierra. También, es una revelación de aquella norma de vida tan elevada que El desea que experimente el cristiano ahora mismo. Estas nueve palabras forman una definición bíblica de lo que significa la frase, “Porque para mí el vivir es Cristo”. Por lo tanto, el carácter cristiano no se desarrolla ni se edifica por medio de la atención y energía humanas.

2. El Espíritu produce servicio cristiano.
Así como la razón humana no es útil para conocer la enseñanza bíblica, la cual es espiritual, así también el servicio cristiano ha de ser el ejercicio directo de la energía del Espíritu por medio del creyente. “De adentro de él fluirán ríos de agua viva. Esto empero lo dijo respecto al Espíritu” (Jn. 7:38-39). La energía humana jamás producirá “agua viva”, y mucho menos “ríos” de ella. Semejante obra se relaciona con el Infinito. Lo más que podría hacer el ser humano seria servir de canal, o instrumento, a fin de que el poder divino fluya por su medio.
El mismo servicio del cristiano, igual que su salvación, ha sido diseñado en el eterno plan y propósito de Dios: “Porque hechura suya somos nosotros, creados en Cristo Jesús para las buenas obras, las cuales había Dios antes preparado, para que anduviésemos en ellas” ( Ef. 2:10). Según este mensaje, Dios ha preparado anticipadamente un servicio muy especial para cada individuo, y el desempeño de los ministerios particulares e individuales constituye “las buenas obras” de conformidad con la opinión divina.
Según la enseñanza del Nuevo Testamento el servicio del cristiano es el ejercicio de un “don”. Es más bien el Espíritu queriendo lograr un fin, y usando al creyente para hacerlo; y no el creyente deseando hacer algo, y pidiendo la ayuda de Dios en la tarea. Es “la obra del Señor en la cual la Escritura nos exhorta que abundemos. Según la Palabra de Dios el Espíritu produce el servicio cristiano de igual manera que produce las virtudes de Cristo en y por medio del creyente.
Por lo tanto, un “don” es una “manifestación del Espíritu”, o un servicio divinamente producido por el Espíritu “conforme él quiere”. Por consiguiente, es claro que el creyente no puede experimentar el libre ejercicio del “don” de Dios si no le rinde a Él su vida.

3. El Espíritu enseña.
El Espíritu como el maestro que enseña al creyente se describe por las palabras de Cristo en Juan 16:12-15: “Tengo todavía muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar. Más cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, él os guiará al conocimiento de toda la verdad; porque no hablará de sí mismo (de su propio mensaje), sino que todo cuanto oyere hablará; y os anunciará las cosas venideras. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo anunciará. Todo cuanto tiene el Padre, mío es; por tanto os dije que tomará de lo mío y os lo anunciará”.
Aquí se promete que el hijo de Dios puede entrar en el reino más elevado de la verdad conocible como se revela en la Palabra de Dios. “Todo cuanto tiene el Padre” se incluye en las cosas e Cristo “las cosas venideras” y, éstas constituyen el campo infinitamente extenso en el cual el creyente puede ser guiado por el Maestro divino.
“Pero nosotros hemos recibido... el Espíritu que es de Dios; para que conozcamos las cosas que nos han sido dadas gratuitamente por Dios” (1 Cor. 2:12). “Más en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido, permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe: al contrario, así como su unción os enseña respecto de todas las cosas, y es verdad y no mentira, y así como ella os ha enseñado, así vosotros  permanecéis en él” (l Jn.2:27).
Más allá del alcance de la sabiduría humana hay cosas “que ojo no vio, ni oído oyó, y jamás entraron en pensamiento humano…, pero a nosotros nos las ha revelado Dios por medio de su Espíritu” Pero, esta verdad se revela solamente a los cristianos espirituales.

4. El Espíritu promueve alabanza y acción de gracias.
Inmediatamente después de la exhortación que se encuentra en Ef. 5:18 a que seamos “llenos del Espíritu”, se nos da una descripción de los resultados normales de dicha plenitud: “Hablando entre vosotros con salmos e himnos y canciones espirituales, cantando y alabando en vuestros corazones al Señor, dando gracias siempre por todas las cosas, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, al Dios y Padre nuestro”.
Se deduce, entonces, que la acción de gracias por todas las cosas y la alabanza a Dios representan la obra del Espíritu en aquel a quien ha venido a morar.

5. El Espíritu guía.
Se nos dice en Rom. 8:14: “Porque todos cuantos son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”.
Se puede decir que ésta es la experiencia normal del cristiano según el plan de Dios. De igual manera, es verdad que algunos cristianos son anormales en que no son guiados constantemente por el Espíritu; porque así se nos revela en Gál. 5:18: “Mas si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo sistema de ley”. El andar conforme al Espíritu, o sea la vida que es guiada por el Espíritu, es una de las grandes nuevas realidades que pertenecen a esta presente dispensación de la gracia. Sin embargo, algunos cristianos están muy lejos de esta bendición, pues su vida diaria se amolda y se conforma más bien al orden y las relaciones de la dispensación ya pasada.
Una de las glorias magnas de la presente edad es ésta, que el hijo de Dios quien es ciudadano del cielo, puede vivir una vida sobrenatural, en perfecta armonía con su llamamiento celestial, por medio de su constante andar en el Espíritu. No todos los creyentes experimentan la intima direcci6n del Espíritu, porque dicha dirección depende de la buena voluntad de parte del creyente para seguir, yendo a  dondequiera que El nos guie en Su sabiduría infinita.

6. El Espíritu da testimonio con nuestro espíritu.
Se nos dice en Rom. 8:16: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Según el significado primario de este versículo, el Espíritu da testimonio con nuestro espíritu hacia Dios. También, es muy claro que El da testimonio a nuestro espíritu tocante a todo lo que tenemos en virtud de nuestra relación con Dios como Sus hijos. Este ministerio de dar testimonio de parte del Espíritu se menciona otra vez en Gál. 4:6: “Y por cuanto sois hijos, ha enviado Dios el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, clamando: ¡Abba, Padre!”
Por medio de esta particular manifestación del Espíritu las cosas invisibles llegan a ser dichosamente reales.

7. El Espíritu intercede por nosotros.
La promesa al respecto se registra en Rom. 8:26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Este ministerio se refiere a una particular forma de oración. La intercesión debe considerarse como limitada al ministerio en que uno se pone entre Dios y su prójimo. Es una oración a favor de otros. Bajo tales condiciones, no sabemos cómo orar como se debe, pero el Espíritu ayuda nuestra flaqueza. En sí mismo el creyente está menos preparado para orar por otros que cualquier otra cosa, pero la intercesión por sus semejantes es uno de los ministerios mis grandes que le han sido encomendados al hijo de Dios. Podemos familiarizarnos con la Palabra que predicamos; pero el campo de la intercesión es nuevo, desconocido e inescrutable. Muy pocos cristianos han entrado en dicho ministerio de oración pero todos pueden entrar.

ENTONCES ¿QUE ES   VERDADERA LA ESPIRITUALIDAD?
Al concluir, se puede decir que un cristiano espiritual es un cristiano lleno del Espíritu, en quien el Espíritu no contristado manifiesta a Cristo, produciendo en él el verdadero carácter cristiano, que es “el fruto del Espíritu; dándole poder para el verdadero servicio cristiano por medio del ejercicio de un “don del Espíritu”; por medio de instrucción personal en la Palabra de Dios; inspirando verdadera alabanza y acción de gracias; guiando al creyente en un continuo andar “en el Espíritu”, convirtiendo en un verdadero éxtasis celestial del corazón, todo lo que ha sido aceptado por fe, es decir, las posiciones y posesiones en Cristo; e inclinando, iluminando y habilitando al creyente en la oración de intercesión.
La espiritualidad verdadera comprende las siete mencionadas manifestaciones del Espíritu en y por medio del que llena. No es meramente la cesación de las cosas que se llaman “mundanas” sino la producción de la vida divina. No consiste en lo que no se hace, sino en lo que se hace. No es supresión, sino expresión. No es mantenerse en el “yo” sino vivir a Cristo. La persona no regenerada no se salvaría si dejara de pecar: todavía le faltarían el nuevo nacimiento y la vida eterna. Del mismo modo, el cristiano no llegaría a ser espiritual, si se abstuviera de toda la mundanalidad: porque le faltarían todas las manifestaciones del Espíritu.
Es la obra del Espíritu producir en el creyente una vida de carácter celestial. Dicha vida es inimitable; sin embargo, comúnmente se supone que la espiritualidad consiste en luchar para observar ciertos reglamentos, o para imitar un ideal celestial. La espiritualidad no se obtiene luchando: tiene que apropiarse. No es la imitación de un ideal celestial, sino la impartición del poder divino que tan sólo puede realizar ese ideal. “La letra mata, mas el Espíritu da vida”. La Palabra escrita revela el carácter de la vida espiritual y exhorta a que se cumpla; pero con la misma fidelidad revela que la vida puede realizarse únicamente por el poder de Dios. Hemos de servir “en novedad de espíritu, y no en vejez de Letra”. Muy poca bendición hay para el cristiano hasta que abandona el principio de vivir por reglas y aprende a andar por el Espíritu, en fresca e ininterrumpida comunión con Dios.
Es posible ser nacido del Espíritu, bautizado con el Espíritu, habitado por el Espíritu, sellado con el Espíritu, sin experimentar la plenitud del Espíritu.
Los primeros cuatro ministerios se cumplieron perfectamente en cada creyente desde el momento en que fue salvado; porque dependen de la fidelidad del Padre para con Su hijo. El último ministerio que acabamos de mencionar, o sea, la plenitud del Espíritu, no se ha experimentado por todos los cristianos; porque este ministerio depende de la fidelidad del hijo para con su Padre. Es la obra normal del Espíritu llenar al que se encuentra bien relacionado con Dios. El cristiano siempre será lleno mientras haga posible la obra del Espíritu en su vida.

De acuerdo con la enseñanza de la Palabra de Dios hay tres condiciones por las cuales el cristiano puede ser espiritual o lleno del Espíritu, dos de ellas se relacionan directamente con el asunto del pecado en la vida diaria del creyente, y la otra se relaciona con su rendición a la voluntad a Dios. Consideraremos estas condiciones en el siguiente anexo.
Dios los bendiga, denle me gusta y recomiendenlo. Lean también el blog hermano: cristinismoverdadero.blogspot.com 

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