“Pido
también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué
esperanza él los ha llamado” Efesios
1:18.
Introducción.
Desde el principio, Dios ha tenido un secreto. Antes del tiempo, el
Todopoderoso envolvió su alto y sagrado propósito en un misterio, y lo escondió
en su Hijo. Durante siglos, ninguno conoció cual era este propósito eterno.
Estuvo profundamente escondido en Dios. Fue un secreto -El secreto de los
tiempos (Rom. 16:25; Col. 1:26; Ef. 3:4-5, 9).
(Continúa de la parte 1)
EL MISTERIO DE LOS SIGLOS.
“Por
esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos
serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de
Cristo y de la iglesia”. Efesios 5:31-3
En
medio de la multitud de misterios clásicos creados por la imaginación de
personas ingeniosas, el más grande misterio de todos es aquel que Dios mismo
escribió. El misterio de Su eterno propósito.
En la eternidad pasada, antes del tiempo y la
creación, ahí estaba Dios. Dios y solo Dios. Nadie más existía. En el seno de
Dios el Padre estaba el Hijo, y ambos eran uno. El Espíritu estaba también
presente, compartiendo la unicidad del Padre y del Hijo.
Pulsando en el centro de la Divinidad estaba
la mismísima esencia de la deidad, un amor apasionado (Juan 17:24; 1 Juan 3:16;
1Juan 4:8).
Todas
las cosas emanan de Dios. Él es la fuente de todo, esto incluye la pasión del
amor Divino. Agustín de Hipona dijo una vez: “Si Dios es amor, entonces debe haber
en Él un Amante, un Amado y un Espíritu de Amor; pues ningún amor es concebido
sin un Amante y un Amado”
La Pasión de la Divinidad. En
los inmensurables tiempos de la eternidad pasada, el Padre tuvo alguien en
quien derramar la pasión de Su ser. Éste era Su Hijo. El Padre era el Amante;
el Hijo el amado. El Padre era la fuente; el Hijo el receptor y quien responde.
Consecuentemente, el Padre amó al Hijo, y el Hijo en reciprocidad amó al
Padre (Juan 17:24; 14:31).
El
Hijo, sin embargo, no tenía ninguna criatura en quien derramar la pasión de Su
ser. Esto es, no había nadie para quien Él pudiera ser la fuente de la pasión
torrencial que inundaba su propio corazón. Mientras el Hijo ciertamente
derramaba Su pasión en el Padre, el Hijo no era la fuente de esa pasión.
En otras palabras, el Hijo mismo no tenía su complemento. En palabras prestadas
de San Agustín: “Él no tenía una Amada”.
Específicamente
en este punto, el Hijo de Dios estaba solo, justo como Adán también lo estaba.
(Ahora Adán es un símbolo de Cristo, figura del que había de venir. (Romanos
5:14bRV1960) El postrer Adán éste es, Cristo... 1 Corintios 15:45b RV1960).
En lo profundo del corazón latiente del Hijo
de Dios había una intensa y consumidora pasión. Tal como el Padre, el Hijo
deseaba ser para otro la fuente de esa pasión. Él deseaba ser el Amante, y no
solo el Amado, sin embargo, ese ser no existía.
Así
que cuando Dios hizo al hombre, hubo dos seres en el universo que estaban
vibrando con una pasión que no podían derramar: el Hijo de Dios en el cielo y
Adán en la tierra. La pasión frustrada de un Dios lleno de amor y la pasión
frustrada de un humano hecho a Su imagen. Entonces, en algún momento de un
pasado sin fecha, Dios el Padre concibió un plan. Era un plan asombroso, le
daría a Su Hijo compañía, una que sería Su complemento perfecto. Una que sería
justo como Él. Ese ser sería el Hijo de Dios en una forma diferente. Ese ser se
volvería también el objeto de la pasión del Hijo, una esposa digna de la
deidad.
Deseo que contemples a ese Dios lleno de
pasión. A decir verdad, Dios está perfectamente satisfecho dentro de sí mismo,
pero debido a que Dios es amor, no se contenta con ello, y por esta razón, el
Hijo quiso a alguien en quien derramar el amor que corría dentro de Su ser, el
mismísimo amor que el Padre derramó en Él. De manera que, la superabundancia
del amor de Dios, requirió un receptor que no estaba dentro de la Deidad.
Nuevamente, el deseo del Hijo por una
compañera no nació por una deficiencia dentro de Sí mismo, sino por el contrario,
tuvo su origen en la desbordante exceso de amor divino. Fue ese deseo reprimido
lo que impulsó el deseo del Hijo por una compañera y que llevó al Padre a
actuar en beneficio del Hijo.
Fue
como si el Padre dijera: Hijo mío, no es bueno que estés solo. Haré una
compañera idónea para Ti. Alguien como Tú, pero diferente a Ti. Te daré
a alguien en quien podrás derramar la pasión de Tu ser. Hay un solo
camino en el que puedo llevar a cabo esta tarea. Debo tomar parte de Ti para
hacer otro como Tú. Entonces no serás más uno. Habrá otro, o debo decir
otra. Ella será Tú, pero en otra forma. Ella será el objeto de Tu pasión
desbordada. Tú serás su Amante y ella Tu amada. Ella responderá a Tu
propia pasión, tal como Tú respondes a Mi pasión. (Génesis 2:18; Romanos 5:14; Efesios
5:31-32)
Fue de ésta motivación que Dios creó los
cielos y la tierra y todas las formas de vida en ella. Podemos firmemente decir
que Dios creó todo para que Su Hijo tuviera una compañera, una pareja perfecta,
una prometida. El amor de Dios por Su Hijo lo llevó a crear. En palabras de
Paul Billheimer: En el corazón del universo hay un romance divino el cual es la
llave de toda la existencia. Desde toda la eternidad Dios se propuso que en
algún momento futuro Su Hijo tendría una compañera eterna descrita por Juan en
el Apocalipsis como “La novia, la esposa del Cordero”
Esta
idea era tan increíble que Dios la escondió de generación en generación. Esto
es el misterio de todos los misterios: Desde antes de todos los tiempos
había una mujer dentro de Dios.
El Señor Jesús, un Soltero Solitario.
Movámonos ahora en el tiempo y observemos
como Dios cumplió Su eterno propósito. El Señor Jesús, el Hijo Eterno, hizo Su
aparición en este planeta. El más grande Amante en el universo traspasó la
inmovible barrera que nos separa de la eternidad y dio un paso en el tiempo.
El
Hijo de Dios tomó carne y se volvió hombre. Desde la perspectiva celestial Él
era el Nuevo Adán, el Segundo Hombre (Romanos 5:14; 1 Corintios 15:45-47).
Seguramente has escuchado que Jesucristo vino
a salvar a los pecadores. Eso es verdad, pero el Nuevo Testamento enseña que Él
vino para algo mucho más profundo. Él vino a conseguir Su compañera. Él vino a
conseguir Su prometida. Vino a obtener una esposa para Él. El Hijo Eterno se volvió humano con el
fin de conseguir la pasión que ardía muy dentro de su Ser, desde antes de todos
los tiempos.
Observa
con cuidado a tu Señor, Jesús de Nazaret. Un hombre y Dios perfecto. Tomando
prestadas las palabras de Arthur Cústanse: “Jesucristo fue una nueva especie
en el planeta, una nueva clase de hombre”. Él era completamente Dios, y
completamente hombre. Para citar el antiguo credo, “Él fue Dios verdadero no
creado” Jesús fue el primero de una nueva especie: “El nuevo hombre” (Efe.
4:24; Col. 3:9,10).
Como
hombre, Jesucristo era un novio solitario, pero lleno de una gran pasión. Un
perfecto, incomparable e indescriptible amor latía dentro de Su incorruptible
pecho. Él era el Hijo del Hombre, la esencia del hombre, con la pasión de un
hombre, en un estado sin caída. Pero Él era también el Hijo de Dios, la esencia
de Dios, con la pasión de un incomparable Dios pulsando en Su espíritu.
En
los primeros capítulos del evangelio de Juan, conocemos un inusual profeta
llamado Juan el Bautista. Él fue el acto de entrada del Señor Jesús. Juan se
describió a sí mismo como alguien que presentaría al Hijo de Dios a Su novia.
Él era el amigo del “Novio”. El hombre de toda su confianza. Juan bautizó a
aquellos que eligieron seguir a Jesús. En realidad, esas almas bautizadas
fueron destinadas a volverse parte de la novia de Cristo. De acuerdo a Juan,
Jesucristo era el novio celestial.
“El que tiene a la novia es el novio A él le
toca crecer, y a mí menguar”. (Juan 3:29-30 NVI)
“El que tiene a la novia” anunció Juan. Tal lenguaje
misterioso contiene una verdad oculta:
¿Cómo
pudo Juan decir que Cristo ya tenía a su novia? Un número de revisores
históricos han propuesto que Jesucristo se casó mientras Él estuvo en esta
tierra. A decir verdad, esta idea es una fabricación sin ningún fundamento.
Jesucristo nunca se casó. Él permaneció como novio, y sin embargo, Él tuvo a Su
prometida, ¿Cómo puede ser esto?
He
aquí les anuncio un misterio, la novia de Cristo estaba dentro del Novio
mientras Él estaba en esta tierra. Ella era un misterio escondida dentro de Su
costado. Cuando ella finalmente apareció, Jesucristo creció: “El que tiene la
novia es el novio…a Él le toca crecer y a mí menguar”
Ahora entendemos porque Jesús nunca se casó
mientras estaba en la tierra. Esto fue porque Su novia estaba dentro de Él. La
intención ardiente del Señor era el tener una compañera. Esto, en efecto, fue
la motivación principal que le impulsó a Él a vencer a Satanás. Con el fin de
obtener a su gloriosa esposa Él tuvo que pagar el mayor precio.
Considera esto: La forma en que Adán obtuvo a
su mujer fue un reflejo de cómo Cristo obtendría a la suya. Tal como Adán, el
Señor fue puesto en un profundo sueño. Hay dos razones principales
de esto.
Primero,
a través de la muerte, Jesucristo destruyó todo lo que pudiera estorbar en su
camino para ganar la mano de Su amada esposa. Para esto, Él destruyó el pecado
que la habría separado eternamente de Él. Él Destruyó la Ley que la hubiera
sofocado bajo una montaña de esclavitud religiosa y un altero de aplastante
condena. Él destruyó el poder del maligno que buscaría tomar su vida. Él
destruyó el sistema del mundo, que atraería su corazón lejos de Él. Él destruyó
la vieja creación, que la corrompería y contaminaría.
Pero más importante de todo, Él destruyó la
muerte misma; Él se aseguraría que el objeto de Su pasión nunca probaría la
muerte. Tu Señor se aseguró de remover todo lo que pudiera dañar a Su amada
novia, desde antes de que ella viniera a existir. Por esta razón, Él no le
permitiría aparecer hasta que la muerte hubiera sido vencida. Él ha esperado
por generaciones para tener a Su compañera, de manera que garantizó que una vez
iniciado este romance, nunca terminaría. Por lo tanto cuando hablamos del Señor
nuestro y de su amada compañera podemos decir que Él conquistó hasta el último
enemigo para “Que la muerte nunca los separe”
Que
amor tan inexplicable. Que maravillosa pasión. Que perdurable compromiso.
Jesucristo planea estar una eternidad amando a su esposa. Él ni siquiera
considera el llegar a cansarse de ella, y ha garantizado que la luna de miel
nunca llegue a su fin.
La
segunda razón por la que Cristo se ofreció a sí mismo a morir está ligada a una
de las grandes incógnitas del hombre. He aquí el misterio, el Señor murió para
traer a Su amada novia fuera de Él mismo. “Sufrió la cruz” con el gozo puesto
delante de Él (Heb. 12:2) ese gozo era su amada.
El Único-Grano se multiplica.
Un día el Señor Jesús tomó un grano de trigo. Al contemplar el grano en Su
mano, Él se vio a sí mismo muriendo y volviendo a la vida. Y al emerger de la
muerte, se vio a si mismo multiplicándose.
“De cierto, de cierto os digo,
que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si
muere, lleva mucho fruto”. (Juan 12:24 RV1960)
Acompáñame a la cima de un monte llamado
Gólgota. Quiero que veas a tu Señor, colgado en una sangrante cruz. El Justo ha
sido crucificado, y Su vida ha escapado de Él. El grano ha muerto, y ha muerto
solo.
Su cuerpo, maltratado, es puesto en un
sepulcro. Dos días han pasado, y es ahora domingo, el primer día de la semana,
el octavo día. Repentinamente, la tierra se estremece, los cielos retumban. El
Señor Jesús se levanta de la tumba victorioso sobre la muerte. Él la ha
conquistado y se ha convertido en un Espíritu vivificante (1 Cor. 15:45). Como
Espíritu vivificante, 50 días después de su muerte o 40 días después de su
ascensión al cielo, se “derrama” en 120 de sus discípulos, impartiéndoles Su
vida misma trayendo a la existencia a la “Segunda Eva”, es decir a la “Iglesia”
“La novia” “La Esposa del Cordero”.
El
grano de trigo ha producido muchos granos. El único grano de trigo se ha
multiplicado. Se ha reproducido. Se ha incrementado. El grano no está ya más
solo.
Ella, la novia de Jesucristo, es una nueva
creación en este planeta. Ella se ha liberado y escapado de la esclavitud de la
caída. Ella ha nacido santa, sin mancha y sin culpa. Ella es nacida
completamente libre de todo lo que procuraba destruirla. Por lo tanto, ella es
libre para amar a su Novio y Salvador sin distracciones. Este es el momento más
romántico de la historia universal.
Jesucristo
ha muerto para manifestar la pasión de Su corazón, la mujer escondida dentro de
Su costado desde antes de los tiempos.
¿De dónde salió Eva? Ella salió del costado
de Adán. ¿De dónde salió la novia de Cristo? Del costado del postrer Adán,
Jesucristo.
Esto
da un nuevo significado al momento final en el Calvario. Cuando el Señor Jesús
murió, uno de los soldados Romanos perforó su costado. Aquí tenemos una escena
similar al momento cuando el costado de Adán fue abierto después de haber sido
puesto en un profundo sueño.
Después
de que Jesucristo fue puesto en un sueño profundo, su costado fue abierto y la
sangre y agua brotaron de su incorruptible cuerpo (Juan 19:32-35). La sangre
representa la purificación de todos nuestros pecados. El Señor murió para
limpiar a Su amada novia de toda deshonra (Efesios 5:25-27). El agua representa
las aguas vivas que brotan del mismísimo Jesús (Juan 4:10; Apocalipsis 21:6).
Esta representa la vida divina, la misma vida por la que la novia vive.
En
ese mismo día, el día cuando Cristo se levantó de la muerte, la pasión de todos
los tiempos que había estado encerrada dentro del hijo de Dios por toda la
eternidad pasada fue liberada. “Finalmente” el lugar de descanso para su pasión
se había hecho carne. Finalmente el Hijo encontró a su amada novia y la pasión
más grande de Dios encontró un hogar.
De
acuerdo al libro del Apocalipsis, el destino de la iglesia es ser la Nueva
Jerusalén, la Esposa de Cristo.
“Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva
Jerusalén, descender del cielo, de parte de Dios, ataviada como una esposa hermoseada
para su esposo. Entonces vino a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete
copas llenas de las siete plagas postreras y habló conmigo, diciendo: «Ven acá,
te mostraré la desposada, la esposa del Cordero»” (Apocalipsis 21:2,9).
Muchos enseñan que la Nueva Jerusalén es
simplemente un edificio en el que los santos vivirán al final del tiempo. Sin
embargo, si ponemos atención a la forma en que el Espíritu habla, en Su
Palabra, encontraremos que la Nueva Jerusalén es la realización del propósito
de Dios en Cristo. Es una colosal ilustración de la iglesia, la Esposa de
Cristo, cuando ella se une plenamente al Esposo, el Señor Jesús. ¡Hermanos y
hermanas, esto es muy elevado! Cuando la Novia de Cristo haya madurado y esté
lista para ser desposada con el Esposo, ella será consumada en matrimonio con
Cristo.
“El
ángel me dijo: «Escribe: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las
bodas del Cordero”». Y me dijo: «Estas son palabras verdaderas de Dios»” (Apocalipsis
19:9).
Así
pues, la iglesia fue concebida en el corazón de Dios desde la eternidad,
nacida en el día de Pentecostés y al final de todas las cosas, ella será
consumada en la Nueva Jerusalén. ¡Cuán precioso es el plan de Dios!
Consideremos el plan Divino desde un punto de
vista totalmente práctico.
“Por
medio de estas cosas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por
ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de
la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones” (2 Pedro 1:4).
¿Qué significa ser
participantes de la naturaleza Divina? Al nacer de nuevo, es decir, en la
regeneración recibimos la vida de Dios, a Dios mismo en nuestro espíritu. En la
transformación Cristo nuestro “tesoro en vaso de barro” se extiende dentro de
nosotros hasta “formarse plenamente” y al “negarnos a nosotros mismos” Él es
manifestado plenamente, “ya no vivo yo, más Cristo vive en mí”. Luego finalmente
cuando seamos llevados con Cristo en un cuerpo glorificado, seremos como Él es
y le veremos cara a cara. ¡Tendremos la naturaleza Divina!
Dios los bendiga, denle me gusta si están de acuerdo y recomiendenlo a sus amigos. También les invito a leer el blog hermano: cristinismoverdadero.blogspot.com
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