Los
ministerios del Espíritu. Anexo 1: La Plenitud del Espíritu.
7.- El ministerio
del Espíritu en llenar o La Plenitud del Espíritu.
Innegablemente se puede ver en el libro de los
Hechos de los Apóstoles que la llenura del Espíritu era la experiencia de los
primeros cristianos. Por consiguiente, podemos llegar a un entendimiento claro
de lo que es “la plenitud del Espíritu” por el estudio de la Palabra de Dios.
Se nos presenta un campo ilimitado cuando se nos dice que podemos ser “transformados
en la misma semejanza (de Cristo), de gloria en gloria, así como por el
Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18).
Según las Sagradas Escrituras, el ideal divino es el creyente lleno del
Espíritu. Se encuentra en el Nuevo Testamento un mandamiento directo: “Y no os
embriaguéis con vino, en el cual hay disolución, sino antes sed llenos del
Espíritu” (o, de una forma más literal, “dejad que el Espíritu os llene
continuamente” (Ef. 5:18).
Aquí la forma del verbo difiere de la que se usa en
conexión con los demás ministerios del Espíritu. El cristiano ha nacido, ha sido
bautizado, habitado, y sellado por el Espíritu; pero debe ser llenado
continuamente del Espíritu.
Por consiguiente, para experimentar la verdadera
espiritualidad el cristiano tiene que ser lleno y mantenerse lleno del
Espíritu. Puede ser que la iniciación en esta vida controlada por el Espíritu
vaya acompañada de una experiencia, o puede ser que no.
El
“Espíritu” es la causa de toda espiritualidad verdadera. Su obra es manifestar
a “Cristo, el cual es nuestra vida” de tal manera que uno puede decir: “Porque
para mí el vivir es Cristo”; pero el poder suficiente que hace posible dicha
vida en que Cristo se ve en nosotros, es el Espíritu de Dios que nos habita,
pues es el resultado de la plenitud del Espíritu.
Es
importante notar que tres veces en el Nuevo Testamento el efecto de las bebidas
alcohólicas se contrapone a la vida llena del Espíritu (Luc. 1:15; Hech.
2:12-21; Ef. 5:18). Como el alcohol estimula las fuerzas físicas y los hombres
son inclinados a tomarlo para que les ayude en sus situaciones difíciles, de la
misma manera que el hijo de Dios, enfrentando la responsabilidad sobrehumana de
un andar y servicio celestial, se dirige al Espíritu quien es la fuente de todo
poder y suficiencia. Cada momento en la vida espiritual se presentan demandas
sobrehumanas y existe una necesidad desmedida de parte del creyente. Por tanto,
es menester recibir y emplear constantemente la provisión de poder y gracia que
se nos ofrece. Ser lleno del Espíritu es tener el Espíritu cumpliendo en nosotros
todo lo que Dios propuso que hiciera cuando nos lo dio. Ser lleno de El no es
el problema de recibir más del Espíritu: antes bien, es la cuestión de que el
Espíritu tome más de nosotros.
Nunca tendremos
más del Espíritu que la unción que cada cristiano ya ha recibido. Por otra parte,
el Espíritu puede controlar todo el creyente y así manifestar en él la vida y
el carácter de Cristo. De manera que la persona espiritual es aquella que
experimenta el propósito y plan divino en su vivir diario por medio del poder
del Espíritu que le habita. El carácter de dicha vida será la manifestación de
Cristo. La causa de ella será la obra del Espíritu no impedido en nosotros (Ef.
3:16-21; 2 Cor. 3:18).
Se ve claramente
en el Nuevo Testamento lo que el Espíritu produciría en una vida bien ajustada,
y esta revelación en su totalidad constituye la definición bíblica de la
verdadera espiritualidad. Tales empresas se asignan específicamente al
Espíritu, y son Sus manifestaciones en el cristiano y por medio de él.
SIETE
MANIFESTACIONES DEL ESPÍRITU.
Las
manifestaciones del Espíritu son siete, las cuales se experimentan únicamente
por los creyentes llenos del Espíritu; porque en las Escrituras, estos
resultados nunca se relacionan con cualquier ministerio del Espíritu sino con el
de la plenitud. Las siete manifestaciones del Espíritu son:
l.
El Espíritu produce un carácter cristiano.
2.
El Espíritu produce servicio cristiano.
3.
El Espíritu enseña.
4.
El Espíritu promueve alabanza y acción de gracias.
5.
El Espíritu guía.
6.
El Espíritu da testimonio con nuestro espíritu.
7. El Espíritu intercede
por nosotros.
l. El Espíritu
produce un carácter cristiano.
“Mas
el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre, templanza, dominio sobre sí mismo” (Gal. 5:22, 23).
Comprendida en
estas nueve palabras tenemos no solamente una declaración exacta de lo que es
el carácter cristiano, sino también una descripción del proceder de Cristo mientras
vivía en la tierra. También, es una revelación de aquella norma de vida tan
elevada que El desea que experimente el cristiano ahora mismo. Estas nueve
palabras forman una definición bíblica de lo que significa la frase, “Porque para
mí el vivir es Cristo”. Por lo tanto, el carácter cristiano no se desarrolla ni
se edifica por medio de la atención y energía humanas.
2. El Espíritu
produce servicio cristiano.
Así como la razón
humana no es útil para conocer la enseñanza bíblica, la cual es espiritual, así
también el servicio cristiano ha de ser el ejercicio directo de la energía del
Espíritu por medio del creyente. “De adentro de él fluirán ríos de agua viva.
Esto empero lo dijo respecto al Espíritu” (Jn. 7:38-39). La energía humana
jamás producirá “agua viva”, y mucho menos “ríos” de ella. Semejante obra se
relaciona con el Infinito. Lo más que podría hacer el ser humano seria servir
de canal, o instrumento, a fin de que el poder divino fluya por su medio.
El mismo
servicio del cristiano, igual que su salvación, ha sido diseñado en el eterno
plan y propósito de Dios: “Porque hechura suya somos nosotros, creados en
Cristo Jesús para las buenas obras, las cuales había Dios antes preparado, para
que anduviésemos en ellas” ( Ef. 2:10). Según este mensaje, Dios ha preparado
anticipadamente un servicio muy especial para cada individuo, y el desempeño de
los ministerios particulares e individuales constituye “las buenas obras” de
conformidad con la opinión divina.
Según
la enseñanza del Nuevo Testamento el servicio del cristiano es el ejercicio de
un “don”. Es más bien el Espíritu queriendo lograr un fin, y usando al creyente
para hacerlo; y no el creyente deseando hacer algo, y pidiendo la ayuda de Dios
en la tarea. Es “la obra del Señor en la cual la Escritura nos exhorta que abundemos.
Según la Palabra de Dios el Espíritu produce el servicio cristiano de igual
manera que produce las virtudes de Cristo en y por medio del creyente.
Por lo tanto, un
“don” es una “manifestación del Espíritu”, o un servicio divinamente producido
por el Espíritu “conforme él quiere”. Por consiguiente, es claro que el
creyente no puede experimentar el libre ejercicio del “don” de Dios si no le
rinde a Él su vida.
3. El Espíritu
enseña.
El Espíritu como
el maestro que enseña al creyente se describe por las palabras de Cristo en
Juan 16:12-15: “Tengo todavía muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis
llevar. Más cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, él os guiará al conocimiento
de toda la verdad; porque no hablará de sí mismo (de su propio mensaje), sino
que todo cuanto oyere hablará; y os anunciará las cosas venideras. El me
glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo anunciará. Todo cuanto tiene el
Padre, mío es; por tanto os dije que tomará de lo mío y os lo anunciará”.
Aquí
se promete que el hijo de Dios puede entrar en el reino más elevado de la
verdad conocible como se revela en la Palabra de Dios. “Todo cuanto tiene el
Padre” se incluye en las cosas e Cristo “las cosas venideras” y, éstas
constituyen el campo infinitamente extenso en el cual el creyente puede ser
guiado por el Maestro divino.
“Pero
nosotros hemos recibido... el Espíritu que es de Dios; para que conozcamos las
cosas que nos han sido dadas gratuitamente por Dios” (1 Cor. 2:12). “Más en
cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido, permanece en vosotros,
y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe: al contrario, así como su unción
os enseña respecto de todas las cosas, y es verdad y no mentira, y así como
ella os ha enseñado, así vosotros
permanecéis en él” (l Jn.2:27).
Más allá del
alcance de la sabiduría humana hay cosas “que ojo no vio, ni oído oyó, y jamás
entraron en pensamiento humano…, pero a nosotros nos las ha revelado Dios por
medio de su Espíritu” Pero, esta verdad se revela solamente a los cristianos espirituales.
4. El Espíritu
promueve alabanza y acción de gracias.
Inmediatamente
después de la exhortación que se encuentra en Ef. 5:18 a que seamos “llenos del
Espíritu”, se nos da una descripción de los resultados normales de dicha
plenitud: “Hablando entre vosotros con salmos e himnos y canciones
espirituales, cantando y alabando en vuestros corazones al Señor, dando gracias
siempre por todas las cosas, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, al Dios
y Padre nuestro”.
Se deduce,
entonces, que la acción de gracias por todas las cosas y la alabanza a Dios
representan la obra del Espíritu en aquel a quien ha venido a morar.
5. El Espíritu guía.
Se
nos dice en Rom. 8:14: “Porque todos cuantos son guiados por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios”.
Se puede decir
que ésta es la experiencia normal del cristiano según el plan de Dios. De igual
manera, es verdad que algunos cristianos son anormales en que no son guiados
constantemente por el Espíritu; porque así se nos revela en Gál. 5:18: “Mas si
sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo sistema de ley”. El andar conforme
al Espíritu, o sea la vida que es guiada por el Espíritu, es una de las grandes
nuevas realidades que pertenecen a esta presente dispensación de la gracia. Sin
embargo, algunos cristianos están muy lejos de esta bendición, pues su vida diaria
se amolda y se conforma más bien al orden y las relaciones de la dispensación
ya pasada.
Una de las
glorias magnas de la presente edad es ésta, que el hijo de Dios quien es ciudadano
del cielo, puede vivir una vida sobrenatural, en perfecta armonía con su
llamamiento celestial, por medio de su constante andar en el Espíritu. No todos
los creyentes experimentan la intima direcci6n del Espíritu, porque dicha
dirección depende de la buena voluntad de parte del creyente para seguir, yendo
a dondequiera que El nos guie en Su sabiduría
infinita.
6. El Espíritu
da testimonio con nuestro espíritu.
Se
nos dice en Rom. 8:16: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios”. Según el significado primario de este
versículo, el Espíritu da testimonio con nuestro espíritu hacia Dios. También,
es muy claro que El da testimonio a nuestro espíritu tocante a todo lo que tenemos
en virtud de nuestra relación con Dios como Sus hijos. Este ministerio de dar
testimonio de parte del Espíritu se menciona otra vez en Gál. 4:6: “Y por
cuanto sois hijos, ha enviado Dios el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones,
clamando: ¡Abba, Padre!”
Por medio de
esta particular manifestación del Espíritu las cosas invisibles llegan a ser
dichosamente reales.
7. El Espíritu
intercede por nosotros.
La promesa al
respecto se registra en Rom. 8:26 “Y de igual manera el Espíritu nos
ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.
Este ministerio se refiere a una particular forma de oración. La intercesión
debe considerarse como limitada al ministerio en que uno se pone entre Dios y
su prójimo. Es una oración a favor de otros. Bajo tales condiciones, no sabemos
cómo orar como se debe, pero el Espíritu ayuda nuestra flaqueza. En sí mismo el
creyente está menos preparado para orar por otros que cualquier otra cosa, pero
la intercesión por sus semejantes es uno de los ministerios mis grandes que le han
sido encomendados al hijo de Dios. Podemos familiarizarnos con la Palabra que
predicamos; pero el campo de la intercesión es nuevo, desconocido e inescrutable.
Muy pocos cristianos han entrado en dicho ministerio de oración pero todos
pueden entrar.
ENTONCES ¿QUE
ES VERDADERA LA ESPIRITUALIDAD?
Al concluir, se
puede decir que un cristiano espiritual es un cristiano lleno del Espíritu, en
quien el Espíritu no contristado manifiesta a Cristo, produciendo en él el
verdadero carácter cristiano, que es “el fruto del Espíritu; dándole poder para
el verdadero servicio cristiano por medio del ejercicio de un “don del
Espíritu”; por medio de instrucción personal en la Palabra de Dios; inspirando
verdadera alabanza y acción de gracias; guiando al creyente en un continuo
andar “en el Espíritu”, convirtiendo en un verdadero éxtasis celestial del
corazón, todo lo que ha sido aceptado por fe, es decir, las posiciones y
posesiones en Cristo; e inclinando, iluminando y habilitando al creyente en la
oración de intercesión.
La
espiritualidad verdadera comprende las siete mencionadas manifestaciones del
Espíritu en y por medio del que llena. No es meramente la cesación de las cosas
que se llaman “mundanas” sino la producción de la vida divina. No consiste en
lo que no se hace, sino en lo que se hace. No es supresión, sino expresión. No
es mantenerse en el “yo” sino vivir a Cristo. La persona no regenerada no se salvaría
si dejara de pecar: todavía le faltarían el nuevo nacimiento y la vida eterna.
Del mismo modo, el cristiano no llegaría a ser espiritual, si se abstuviera de
toda la mundanalidad: porque le faltarían todas las manifestaciones del Espíritu.
Es la obra del Espíritu
producir en el creyente una vida de carácter celestial. Dicha vida es
inimitable; sin embargo, comúnmente se supone que la espiritualidad consiste en
luchar para observar ciertos reglamentos, o para imitar un ideal celestial. La espiritualidad
no se obtiene luchando: tiene que apropiarse. No es la imitación de un ideal
celestial, sino la impartición del poder divino que tan sólo puede realizar ese
ideal. “La letra mata, mas el Espíritu da vida”. La Palabra escrita revela el
carácter de la vida espiritual y exhorta a que se cumpla; pero con la misma
fidelidad revela que la vida puede realizarse únicamente por el poder de Dios.
Hemos de servir “en novedad de espíritu, y no en vejez de Letra”. Muy poca
bendición hay para el cristiano hasta que abandona el principio de vivir por
reglas y aprende a andar por el Espíritu, en fresca e ininterrumpida comunión
con Dios.
Es posible ser
nacido del Espíritu, bautizado con el Espíritu, habitado por el Espíritu,
sellado con el Espíritu, sin experimentar la plenitud del Espíritu.
Los primeros
cuatro ministerios se cumplieron perfectamente en cada creyente desde el
momento en que fue salvado; porque dependen de la fidelidad del Padre para con
Su hijo. El último ministerio que acabamos de mencionar, o sea, la plenitud del
Espíritu, no se ha experimentado por todos los cristianos; porque este
ministerio depende de la fidelidad del hijo para con su Padre. Es la obra
normal del Espíritu llenar al que se encuentra bien relacionado con Dios. El
cristiano siempre será lleno mientras haga posible la obra del Espíritu en su
vida.
De acuerdo con
la enseñanza de la Palabra de Dios hay tres condiciones por las cuales el cristiano
puede ser espiritual o lleno del Espíritu, dos de ellas se relacionan
directamente con el asunto del pecado en la vida diaria del creyente, y la otra
se relaciona con su rendición a la voluntad a Dios. Consideraremos estas
condiciones en el siguiente anexo.
Dios los bendiga, denle me gusta y recomiendenlo. Lean también el blog hermano: cristinismoverdadero.blogspot.com