viernes, 13 de marzo de 2015

El Conocimiento de Cristo. Parte II

LA HUMANIDAD DE CRISTO.

El nacimiento virginal.
Cuando hablamos de la humanidad de Cristo es apropiado empezar hablando del nacimiento virginal de Cristo. Las Escrituras claramente afirman que Jesús fue concebido en el vientre de su madre María mediante la acción milagrosa del Espíritu Santo y sin padre humano (Mt 1:18-25).
El nacimiento virginal hizo posible que se pudiera unir en una sola persona la deidad en su plenitud y la humanidad en su plenitud, también que Jesús naciera  completamente humano pero sin la herencia de pecado. ¿Pero por qué Jesús no heredó una naturaleza pecaminosa de parte de María? Una solución es decir que la obra del Espíritu Santo en María debe haber prevenido no solo la transmisión del pecado de José (porque Jesús no tuvo padre humano), sino también, en una forma milagrosa, la transmisión del pecado de María.
Jesús tuvo un cuerpo humano: El hecho de que Jesús tuviera un cuerpo humano como nosotros lo podemos ver en muchos pasajes de las Escrituras. Nació de la misma manera que nacen todos los demás seres humanos (Lc 2:7). Creció como niño hasta llegar a la edad adulta como todos los niños lo hacen. «El niño crecía y se fortalecía; progresaba en sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba» (Lc 2:40). Además, Lucas nos dice que «Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente» (Lc 2:52). Jesús se cansaba como todos nosotros, porque leemos que «Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo» Gn 4:6) en Samaria. Sintió sed, porque cuando estaba en la cruz dijo: «Tengo sed» Gn 19:28). Después de haber ayunado durante cuarenta días en el desierto, leemos que «tuvo hambre» (Mt 4:2).
Jesús tuvo un alma humana.
 Las emociones humanas: Vemos varias indicaciones de que Jesús tuvo alma humana (o espíritu). Poco antes de su crucifixión, Jesús dijo: «Ahora todo mi ser está angustiado» Gn 12:27).Juan nos dice un poco después: «Dicho esto, Jesús se angustió profundamente» Gn 13:21). En ambos versículos la palabra angustiar representa al término griego tarasso, una palabra que se usa con frecuencia para referirse a personas con ansiedad o sorprendidos repentinamente por un peligro: Además, antes de la crucifixión al darse cuenta del sufrimiento que iba a enfrentar, dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte;…” (Mt 26:38). Lloró con tristeza por causa de la muerte de Lázaro Gn 11:35).
La mente. Como parte de su alma humana Jesús pensaba y razonaba como humano El hecho de que Jesús «siguió creciendo en sabiduría » (Lc 2:52) nos dice que pasó por un proceso de aprendizaje como lo hacen todos los niños. Aprendió a comer, a hablar, a leer y escribir, y cómo ser obediente a sus padres (vea He 5:8). Este proceso de aprendizaje común a todos fue parte de la auténtica humanidad de Cristo.
También podemos ver que Jesús tuvo una mente como la nuestra cuando habla del día en que regresará a la tierra: «Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre» (Mr 13:32).
La voluntad. De igual manera, Cristo tuvo una voluntad humana y “libre albedrío” que le permitía decidir por sí mismo, pero él rindió su voluntad a la del padre. Si no hubiera tenido voluntad como parte de su alma humana no hubiere podido ser tentado en semejanza a nosotros. Heb. 4:15 dice: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”.
Una cita bíblica que nos revela la voluntad humana de Jesús sometiéndose a la del Padre es Mat 26:39 “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”.
El espíritu. Podemos creer que Jesús tuvo un espíritu humano semejante al de Adán porque era la única forma de satisfacer plenamente la equivalencia que la justicia requería para la sustitución redentora. 1Co 15:22,45 “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados… Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”. Éxo 21:23 “Más si hubiere muerte, entonces pagarás alma por alma”. Recordemos que en el A.T. alma se usa normalmente para referirse al hombre mismo como un todo, por cuanto el alma es la personalidad. Obviamente había un espíritu humano en Jesús, mezclado o unido al Espíritu Divino, pues Jesús también era Dios.
Al mirar a lo largo del Nuevo Testamento, vemos varias razones de por qué Jesús tenía que ser completamente humano si es que iba a ser el Mesías y ganar nuestra salvación. Podemos mencionar varias de estas razones.
Para obediencia representativa.
 Como ya notamos en el capítulo sobre los pactos entre Dios y el hombre, Jesús era nuestro representante y obedeció por nosotros allí donde Adán había fallado y desobedecido. Lo vemos en el paralelismo entre la tentación de Jesús (Lc 4:1-13) y el tiempo de la prueba de Adán y Eva en el huerto del Edén (Gn 2:15-3:7). Aparece también claramente reflejado en las reflexiones de Pablo sobre el paralelismo entre Adán y Cristo, y en la desobediencia de Adán y obediencia de Cristo: “Por tanto, así como una sola transgresión causó la condenación de todos, también un solo acto de justicia produjo la justificación que da vida a todos. Porque así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores, también parla obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos (Ro 5: 18-19). Por esto Pablo puede llamar a Cristo el «último Adán» (1 Cor. 15:45) y puede llamar a Adán el «primer hombre» ya Cristo el «segundo hombre» (1 Cor. 15:47).Jesús tenía que ser un hombre a fin de ser nuestro representante y obedecer en nuestro lugar.
Ser un sacrificio vicario.
Vicario, -ria adj. /s. m. y f.: Se aplica a la persona que sustituye a otra en sus funciones o la ayuda, teniendo el mismo poder y las mismas facultades. 
 Si Jesús no hubiera sido un hombre, no hubiera podido morir en nuestro lugar y pagar el castigo que justamente nos correspondía. El autor de Hebreos nos dice que «ciertamente, no vino en auxilio de los ángeles sino de los descendientes de Abraham. Por eso era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo» (Heb. 2:14,16-17). Jesús tenía que ser un hombre, no un ángel, porque Dios estaba preocupado con la salvación de los hombres, no de los ángeles. Pero para hacer eso «era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos», con el fin de que expiara nuestros pecados, el sacrificio que es una sustitución aceptable de nosotros. Es importante que nos demos cuenta de que a menos que Cristo fuera completamente humano, no podía haber muerto para pagar el castigo por los pecados del hombre. No hubiera podido ser un sacrificio que nos sustituyera a nosotros.
Para ser el único mediador entre Dios y los hombres.
Debido a que estábamos alejados de Dios por el pecado, necesitábamos a alguien que viniera a ponerse entre Dios y nosotros y nos llevara de vuelta a él. Necesitábamos un mediador que pudiera representamos ante Dios y que pudiera representar a Dios ante nosotros. Hay solo una persona que haya cumplido alguna vez con esa función: «Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Ti 2:5). A fin de cumplir con esta función de mediador, Jesús tenía que ser completamente hombre y a la vez completamente Dios.
Para ser nuestro ejemplo y modelo en la vida.
Juan nos dice: «El que permanece en él, debe vivir como él vivió» (1 Jn 2:6), y nos recuerda que «cuando Cristo venga seremos semejantes a él» y esta esperanza de conformamos al carácter de Cristo en el futuro nos da ahora una pureza moral creciente en nuestra vida (1 Jn 3:2-3). Pablo nos dice que «somos transformados a su semejanza» (2 Cor. 3:18), y de esa forma vamos progresando hacia la meta para la cual Dios nos salvó, de que seamos «transformados según la imagen de su Hijo» (Ro 8:29). Pedro nos dice que tenemos que considerar el ejemplo de Cristo especialmente en el sufrimiento: «Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos» (1 P 2:21). A lo largo de nuestra vida cristiana, tenemos que correr la carrera que tenemos propuesta delante de nosotros, puesta “la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe” (He 12:2). Si llegamos a desalentarnos por causa de la hostilidad y oposición de los pecadores, tenemos que considerar “a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores” (He 12:3). Jesús es también nuestro ejemplo en la muerte. La meta de Pablo es “llegar a ser semejante a él en su muerte” (Fil. 3:10;  Hch. 7:60; 1 P 3:17-18,4:1). Nuestra meta debiera ser hacernos semejantes a Cristo todos los días de nuestra vida, hasta el momento de la muerte, y morir con obediencia inquebrantable a Dios, en semejanza a Cristo.
Para ser el modelo de nuestros cuerpos redimidos.
Pablo nos dice que cuando Jesús resucitó de entre los muertos lo hizo con un cuerpo nuevo que “resucitará en incorrupción... en gloria... un cuerpo espiritual” (1 Cor. 15:42-44). Este nuevo cuerpo de resurrección que Jesús tenía cuando se levantó de la tumba es el modelo que muestra cómo serán nuestros cuerpos cuando resuciten de entre los muertos, porque Cristo es “las primicias” (1 Cor. 15:23). Nosotros tenemos ahora un cuerpo físico como el de Adán, pero tendremos uno como el de Cristo: “y así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial” (1 Cor. 15:49). Jesús tenía que resucitar como hombre a fin de ser el “primogénito de la resurrección” (Col 1:18), el modelo de los cuerpos que tendríamos después.

Para compadecerse como sumo sacerdote.
El autor de Hebreos nos recuerda que “por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados” (He 2:18; 4:15-16). Si Jesús no hubiera sido un hombre, no habría sido capaz de conocer por experiencia todo lo que nosotros pasamos en nuestras tentaciones y luchas en esta vida. Pero debido a que él ha vivido como hombre, está en condiciones de compadecerse completamente de nuestras experiencias.

Jesús será un hombre para siempre.
Jesús no dejó a un lado su naturaleza humana después de su muerte y resurrección, porque apareció a sus discípulos como un hombre después de la resurrección, incluso con las cicatrices de los clavos en las manos (Jn 20:25-27). Él tenía «carne y huesos» (Lc 24:39) y tomó alimentos (Lc 24:41-42). Más tarde, mientras hablaba con sus discípulos, fue llevado al cielo, todavía en su cuerpo resucitado, y dos ángeles prometieron que regresaría de la misma manera: «Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse» (Hch 1:11). Tiempo después, Esteban miró al cielo y vio a Jesús, «al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios» (Hch 7:56). Jesús también se le apareció a Saulo en el camino a Damasco y dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hch 9:5), una aparición que Saulo (Pablo) más tarde equiparó a las apariciones de la resurrección a otros (1 Cor. 9:1; 15:8).
En las visiones de Juan en Apocalipsis, Jesús todavía aparece como «semejante al Hijo del Hombre» (Ap 1:13), aunque está revestido de gran gloria y poder, y su aparición hace que Juan caiga a sus pies lleno de admiración (Ap 1: 13-17). Él promete que un día beberá de nuevo del fruto de la vid con sus discípulos en el reino de su Padre (Mt 26:29) y nos invita a una gran fiesta de bodas en el cielo (Ap 19:9). Además, Jesús continuará ejerciendo para siempre sus oficios de profeta, sacerdote y rey, todos ellos llevados a cabo en virtud del hecho de que él es tanto Dios como hombre para siempre.
Todos estos textos indican que Jesús no se hizo hombre temporalmente, sino que su naturaleza divina quedó permanentemente unida a su naturaleza humana, y que vive para siempre no solo como el eterno Hijo de Dios, sino también como Jesús, el hombre que nació de María, y como Cristo, el Mesías y Salvador de las personas. Jesús permanecerá completamente Dios y hombre, en una sola persona, para siempre.
En ocasiones se ha usado la siguiente frase en el estudio de la teología sistemática para resumir la doctrina de la encarnación: «Siguió siendo lo que él era, se convirtió en lo que no era». En otras palabras, si bien Jesús «siguió siendo» lo que era (es decir, completamente divino), también se hizo lo que previamente no había sido (es decir, completamente humano). Jesús no renunció a nada de su deidad cuando se hizo hombre, pero sí tomó sobre sí la humanidad que antes no había tenido.


Al final de este largo estudio, puede resultar fácil para nosotros perder de vista lo que de verdad se enseña en la Biblia. Es con mucho el milagro más asombroso de toda la Biblia, mucho más asombroso que la resurrección e incluso que la creación del universo. El hecho de que el eterno, omnipotente e infinito Hijo de Dios pudiera hacerse hombre y unirse a la naturaleza humana para siempre, de tal manera que el Dios infinito se hiciera una persona con el hombre finito, permanecerá por toda la eternidad como el más profundo de los milagros y el más profundo de los misterios del universo. 

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