sábado, 13 de junio de 2015

La Plenitud del Espíritu. Anexo 2: Tres Condiciones para la Plenitud del Espíritu.


El cristiano verdadero por definición tiene el Espíritu de Dios morando en su espíritu. Es decir: Ha sido regenerado o recibido la vida nueva, bautizado en el Espíritu (hecho miembro del cuerpo de Cristo), habitado por el Espíritu (teniendo la vida Divina) y sellado por el espíritu (garantía de redención), pues cada una de estas actividades del Espíritu dependen de la fidelidad de Dios a su promesa de dar estas bendiciones al que cree y pone su fe en Jesucristo. Sin embargo la “llenura” o “plenitud del Espíritu” es una promesa que para su realización depende de la respuesta del cristiano a  los requerimientos de Dios.
De las tres condiciones bíblicas para que el cristiano pueda ser espiritual o lleno del Espíritu, dos de ellas se relacionan directamente con el asunto del pecado en la vida diaria del creyente, y la otra se relaciona con su rendición a la voluntad a Dios.
1.-La primera condición de la verdadera espiritualidad: No Contristéis al Espíritu.
2.-La segunda condición de la verdadera espiritualidad: No Apaguéis al Espíritu.
3.-La tercera condición de la verdadera espiritualidad: Andar en el Espíritu.
1.- No Contristéis al Espíritu.
Se les exhorta a los que son habitados por el Espíritu así: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual sois sellados para el día de la redención” (Ef. 4:30).
Se ha establecido que los cristianos vivan cada momento de su vida en compañía del Espíritu de Dios. Para ellos la vida es una unión vital, momento tras momento, con Aquel que es infinitamente santo. Por lo tanto, el pecado en el cristiano es diametralmente opuesto a las manifestaciones verdaderas del Espíritu en la vida.
El pecado destruye la espiritualidad. Necesariamente es así; porque cuando el pecado se tolera en la vida diaria del creyente, el Espíritu que le habita tiene que dejar Su ministerio bendito por medio de é1, y principiar un ministerio de súplica a é1. No se enseña en la Biblia que el Espíritu se retira a causa del pecado en el creyente a quien habita: más bien se contrista por el pecado. El hijo de Dios vive o con el Espíritu contristado o no contristado.
Por lo tanto, la vida verdaderamente espiritual depende, en gran parte, del entendimiento y ajuste correctos en lo que se refiere al problema del pecado en la vida cotidiana del creyente. Dios ha hablado en Su Palabra explícitamente en cuanto a esto, y se descubrirá que la enseñanza bíblica con respecto a este tema, es decir, el pecado del cristiano, se presenta en dos aspectos: 1) Dios ha provisto que el pecado en Su hijo pueda ser evitado,  y 2) también ha provisto un remedio para el pecado si ha sido cometido. Es imperativo que se reconozca esta doble clasificación del propósito de Dios al tratar con el pecado en Sus hijos.
Habiendo pecado, ¿qué es menester que haga el cristiano? ¿Cuál es la condición divina para efectuar la curación del estrago de pecado en la espiritualidad del creyente? Aquí no se debe tratar de nombrar los pecados que impiden al Espíritu. Se contrista por cualquier pecado y por todos los pecados, y es completamente capaz para convencer al que habita del pecado o de los pecados que le contristan. Entonces se trata únicamente del problema de un pecado conocido; porque ninguno puede tratar inteligentemente con pecado desconocido.
Si el cristiano anda en oscuridad espiritual sin darse cuenta del pecado en particular que ha cometido, es su privilegio orar a Dios para que le dé un entendimiento más claro.
En la Biblia, la oferta y condición divinas para la curación de las consecuencias del pecado en la vida del cristiano se cristalizan en una sola palabra: “confesar”
Pasajes bíblicos:
Juan 13:5-10; 15:3. El creyente del Nuevo Testamento, aunque ha sido limpiado una vez para siempre en cuanto a su salvación, también necesita ser limpiado de toda contaminación, y Cristo es el único que le puede limpiar.
1Juan 1:7-9. No se exige la perfección sin pecado en este pasaje. No se ordena al cristiano a que se convierta en luz, lo que sólo Dios puede ser: antes se trata de un ajuste inmediato a la luz que Dios derrama en la vida por el Espíritu. Se nos requiere la confesión,
Cuando El nos convence del pecado, o se contrista por el pecado, dicho pecado ha de ser tratado inmediatamente. El pasaje dice a continuación que hay solamente una condición para obtener la curación del efecto de pecado en la vida del creyente: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda iniquidad” (v. 9).
1 Corintios 11:31-32. “Si nos juzgamos a nosotros mismos” significa que no debemos esperar la acción de Dios cuando cometemos pecado. Debemos actuar inmediatamente confesando la falta. Si el hijo se descuida en juzgarse a sí mismo, el Padre le administrará el castigo. El peso de la mano de Dios puede ser pesadísimo. David describe su experiencia cuando guardó “silencio” y no quiso confesar su pecado en Sal. 32:3-6: “Mientras callaba, se gastaron mis huesos en mi continuo gemido. Porque de día y de noche tu mano se agravaba sobre mi; volvióse mi verdor en sequedades de verano. Te hice manifiesto mi pecado, y no encubrí mi iniquidad; dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová y tú perdonaste la iniquidad de mi pecado. Por esto orará a ti toda alma piadosa en el tiempo en que puedas ser hallado”.
El cristiano que hace confesión completa de cada pecado conocido habrá quitado uno, si  es que no todos, los estorbos que impiden la plena manifestación del Espíritu.
2.- No Apaguéis al Espíritu.
“No apaguéis al Espíritu” (1 Tesalonicenses. 5:19).
El Espíritu “se apaga” por cualquier falta de rendición a la voluntad revelada de Dios. Es sencillamente decir “no” a Dios, y por lo tanto se relaciona íntimamente con los mandatos divinos en lo que se refiere al servicio; aunque también el Espíritu puede apagarse por cualquier resistencia a la providencia de Dios en la vida.
La palabra “apagar” cuando se usa en conexión con el Espíritu, no implica que se extingue, o que se retira: significa mis bien resistir al Espíritu. El Espíritu no quita Su presencia, pues ha venido para permanecer en el creyente. Según las Escrituras, la responsabilidad del creyente para alcanzar la espiritualidad verdadera se cristaliza otra vez en una sola palabra decisiva: “ofrecerse” “Sino antes, ofreceos vosotros mismos a Dios, como resucitados de entre los muertos, y vuestros miembros, como instrumentos de justicia para Dios” (Romanos 6:13; 12:1).
Nuestro Padre celestial nunca se equivoca. Su voluntad es siempre infinitamente mejor que la nuestra. Por lo tanto, no debemos apagar el Espíritu. No debemos decirle “no” a Dios. El deber de cada hijo de Dios es rendirse a su voluntad. Dicha rendición no concierne a un solo problema en la vida diaria, sino a una actitud permanente hacia Dios. Sin esta actitud de entrega a Dios no puede haber verdadera espiritualidad.

3.-Andar en el Espíritu.

La espiritualidad verdadera depende también de una actitud positiva de confianza en la presencia y poder del Espíritu que mora en nosotros. Las dos condiciones anteriormente mencionadas son negativas. Representan cosas que el creyente no debe hacer, si es que quiere ser espiritual. No debe contristar al Espíritu, reteniendo un pecado conocido en su vida sin confesarlo. No debe apagar al Espíritu, diciéndole “no” a Dios. La tercera y última condición se presenta por medio de un mandato positivo. Es algo que se tiene que hacer si se quiere ser espiritual.
Hay varios pasajes de las Escrituras en donde se nos presenta este deber de vital importancia; pero se expresa quizá con más claridad en Gál. 5:16: “Digo, pues; andad según el espíritu, y no cumpláis los deseos de la carne” El hijo de Dios no tiene poder en sí mismo para iniciar, promover, o mantener una vida “en el Espíritu”. Esta escritura, cuando se traduce correctamente, no exige lo imposible del cristiano, es decir, que él mismo lleve a cabo este andar “en el Espíritu” por medio de sus propias fuerzas. Más bien, se nos revela que el Espíritu es quien produce este andar en el cristiano. La responsabilidad humana consiste en depender enteramente del Espíritu. Andar por medio del Espíritu es sencillamente andar con confianza plena en la capacidad y poder de Aquel que mora en nosotros.
La tercera condición de la espiritualidad verdadera, es pues, una confianza inquebrantable en el Espíritu para que haga lo que ha venido a hacer, y lo que solo él puede hacer. Tal es la provisión del Padre a fin de que el pecado sea evitado en la vida de Su hijo.
La Biblia señala tres causas sobresalientes que impiden la espiritualidad en el hijo de Dios, las cuales hacen necesaria la confianza constante en el Espíritu que mora en él: 1) “El mundo” o, todo lo opuesto a las normas celestiales; 2) “la carne”, o lo que está dentro del cristiano que se opone al Espíritu y “codicia contra El” y 3) “el diablo” quien se opone a todo plan y propósito de Dios.

¿Qué es pues la verdadera espiritualidad? Puede definirse como las manifestaciones no impedidas del Espíritu que mora en el creyente. En total, hay siete de estas manifestaciones, y se ha provisto que se realicen por la presencia y poder del Espíritu en el creyente que no lo contrista, y que confiesa todo pecado conocido; que no lo apaga, rindiéndose a Dios; y que anda en el Espíritu con una actitud de confianza sólo en Su poder. Tal creyente es espiritual, porque es lleno del Espíritu. El Espíritu tiene libertad para cumplir en él todo el propósito y deseo de Dios. ¡Gracias a Dios que nos da la victoria, por medio de nuestro Señor Jesucristo! (1 Cor. 15:57).


 ¡Lo Que Significa Andar en el Espíritu!
"Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu" (Gálatas 5:25).
En otras palabras, "¡Si él vive en usted déjelo que El le dirija!"
En este mensaje, analizaremos dos cosas: (1) Lo que significa andar en el Espíritu; y (2) ¿Cómo puede obtenerse este andar?
1. ¡Andar en el Espíritu significa tener una dirección increíblemente detallada y decisiones sin confusión!
El Espíritu Santo provee instrucciones absolutamente claras y detalladas a quienes andan en El. Si usted anda en el Espíritu, entonces no anda en confusión, sus decisiones no son nubladas. Hechos 16 es uno de los mejores ejemplos de lo que significa andar en el Espíritu Santo.
Pablo había elegido a Silas y a Timoteo para ir con él a lo largo de las iglesias, para establecerlas: "Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día" (Hechos 16:5). En los días de Pablo no había continente más necesitado que Asia. Esa tierra estaba en oscuridad total. Y, al igual que muchos ministros celosos del día de hoy, Pablo quería ir donde estaba la necesidad. Pero en esta ocasión el Espíritu le prohibió predicar en Asia:
"Y atravesando a Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia" (verso 6).
Ellos comenzaron a salir, pero el Señor les dijo, "¡No, no deben ir en este momento!"
Pablo dijo, "¡Está bien, vamos a Bitinia! ¡Allí la gente está en tinieblas, y nosotros hemos sido llamados a ir. Vamos entonces!" Pero nuevamente, el Espíritu no se los permitió: Ellos fueron con el celo, pero sin buscar el consejo del Espíritu Santo. ¡Ellos no fueron enviados por el Espíritu Santo!
Pablo y sus hombres terminaron en Troas, indecisos y preguntándose dónde ir después. Es cuando Pablo recibió una visión:
"Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio, estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos" (verso 9).
Observe: Es cosa buena que el Espíritu no le dijera a Pablo la historia entera de esta visión. ¡El hombre que lo llamaba era un carcelero-pidiéndole venir a pasar una noche encerrado en las paredes de su prisión!
Amado, usted también será probado cuando comience a andar en el Espíritu. Pablo seguramente lo fue, juntamente con sus dos jóvenes siervos. ¡Cuando ellos llegaron en Filipos, una ciudad en Macedonia, ellos no encontraron al tal hombre, solamente mujeres!
"Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos" (versos 13-15).
¿Puede imaginarse lo qué Pablo pudo haber dicho a sus dos jóvenes asociados en el camino a la casa de Lidia? "Yo creo que vi a un hombre pidiendo ayuda. ¡Pero aquí sólo hay mujeres-ni un hombre a la vista! Espero haber oído al Señor correctamente."
Nosotros nos enojamos cuando Dios nos dice algo y no pasa exactamente como lo oímos. Queremos que cada detalle caiga en su lugar. ¡Y si no "vemos al hombre" rápidamente, somos prontos a descartar todo!
Entretanto, sin embargo, Dios había abierto el corazón de Lidia. ¡Un gran número de mujeres estaba siendo salvas, Dios se estaba moviendo, pero allí no había un hombre a la vista! ¡Desde luego, Dios hará toda clase de milagros maravillosos no esperados en camino hacia la visión y en camino hacia la obediencia!
Luego fueron encarcelados por echar fuera el espíritu de adivinación de una muchacha. Y fue allí en esa situación que pudieron predicar al hombre macedonio de la visión: ¡El carcelero!
Felipe y Pedro También Anduvieron en el Espíritu- Y Ellos Recibieron Increíbles Direcciones Bien Detalladas
Dios estaba usando a Felipe poderosamente para dirigir un avivamiento en Samaria. La gente estaba siendo salva, sana, libre de demonios. Pero el Espíritu dirigió a Felipe a salir de Samaria e ir al desierto de Gaza. En obediencia, Felipe empacó, diciendo adiós y comenzó a andar hacia su destino.
En el camino se encuentra con un eunuco Etíope en un carro, leyendo el libro de Isaías.
"Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe…" (Hechos 8:29-30).
De repente Felipe abrió el mensaje de Isaías 53 a este hombre, dando a conocer a Jesús. Y la próxima cosa que Felipe supo es que el hombre recibió a Cristo y fue bautizado. Entonces, "Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio mas…" (Verso 39).
Muchas personas tienen problemas con este último verso: "El Espíritu arrebató a Felipe…." Pero Yo no. El Espíritu estuvo presente cuando los cielos y la tierra fueron creados; El fue Co-Creador con el Padre. ¡Por lo cual El seguramente podía llevarse a un hombre a su próxima misión de predicación!
Pedro estaba sobre el techo orando cuando Dios le mostró una visión. El Señor le estaba enseñando, "no llames sucio a lo que Yo he dicho que es limpio." Al esto tomar lugar, tres hombres se pararon a la puerta de Pedro, llamando, "¿Está Simón Pedro en casa?"
El Espíritu le dijo a Pedro, "Ve abajo, hay tres hombres parados a la puerta. Ellos te pedirán que vayas con ellos, y tienes que ir. ¡No dudes nada simplemente ve!" (Véase Hechos 10:19-22). ¡Estas fueron instrucciones absolutamente claras, y detalladas!
Luego, en Jerusalén, Pedro les dijo a los hermanos por qué él comió con Gentiles incircuncisos:
"Y el espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar…" (Hechos 11:12).
Pedro dijo, "El Espíritu me dijo que lo hiciera. ¡Yo comí con ellos porque el Espíritu Santo me habló claramente!"
La iglesia primitiva nunca envió a trabajadores o misioneros a menos que el Espíritu Santo los eligiera y los ordenara. Una persona no se acercaba simplemente hacia los apóstoles y les decía, "¡Yo tengo un llamado a Chipre, a Páfos, a Pergamo. ¡Por favor únjanme, mándenme-envíenme con su bendición!"
No, el Espíritu Santo hablaba claramente en reuniones de oración, nombrando a los que eran verdaderamente ungidos de Dios: "Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra para a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron…" (Hechos 13:2-4).
¡Si usted le pide al Espíritu Santo, El le dirá lo que necesita saber, incluyendo a dónde y cuándo ir! Incluidas en estas increíbles direcciones hay advertencias precisas sobre lo que vendrá. El Espíritu Santo advertirá con el fin de prepararle: "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir" (Juan 16:13).
Jesús no estaba hablando solamente de profecía y de sucesos futuros. ¡El estaba hablando de su vida! Andar en el Espíritu Santo se trata de ser dirigido por El en un sentido práctico del diario vivir.
¡Andar en el Espíritu significa estar libre de preocupaciones, no importando lo que suceda!
Justo después de que Pablo había lanzado a los demonios fuera de la niña poseída, Satanás comenzó a zarandear las cosas. ¡El convenció a la muchedumbre para ponerse contra Pablo y Silas y repentinamente ellos estaban en medio de una crisis terrible!
Los magistrados de la ciudad los habían azotado y lanzado en la prisión. Y con cada azote en sus espaldas, yo casi que puedo oír al diablo decir, "¿Ustedes piensan que han ganado la victoria? ¿Piensan que van a lanzar a mis demonios fuera y tomar autoridad sobre mí? Yo los golpearé, los lanzaré en la prisión, amarraré sus manos y sus pies. Entonces déjenme ver cuánto alaban al Señor!"
El diablo parecía no saber: ¡Que cuando más se azota a un siervo de Dios el cual camina en el Espíritu, más alabanzas saca de él cuando lo azota! Si lo mete en una crisis, lo amarraré con problemas y preocupaciones, pero el cantará, gritará y adorará.
"Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían" (Hechos 16:25).
Si estamos para andar en el Espíritu, entonces debemos creer en el rescate sobrenatural de Dios de cada cautiverio de Satanás. No importa si Dios tiene que crear un terremoto para hacerlo. De hecho, eso fue exactamente lo que El hizo por Pablo: "Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron" (Hechos 16:26).
Satanás tratará de traerle la tentación más terrible que haya experimentado. El quiere sofocarle con culpabilidad, condenación, atención propia. Amado, tiene que levantarse en el Espíritu y quitar sus ojos de sus circunstancias y cautiverio. No trate de resolver todo por su cuenta. ¡Comience alabando, cantando, confiando en Dios-y El se encargara de su liberación!
2.- ¿Cómo puede obtener este andar en el Espíritu?
¡El mandamiento de andar en el Espíritu es dado a todos-no simplemente a un grupo de súper-santos! He aquí cómo puede obtener este andar:
A.- ¡Debe ir tras este andar con todo lo que hay en usted! Primero, pídale al Espíritu Santo que sea su guía y amigo: "…Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y os abrirá" (Lucas 11:9-13).
Si usted es salvo, entonces le ha sido dado el Espíritu Santo. ¡Entonces pídale que tome dominio-ríndase a él! Tiene que determinar en su corazón querer que El lo conduzca y lo guíe. Moisés, hablando de los días postreros, dijo, "Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma" (Deuteronomio 4:29). "…te hizo oír su voz, para enseñarte… "(verso 36).
B.- Enfóquese en conocer y escuchar al Espíritu-y quite sus ojos de su problema y tentación. Pablo, Silas y Timoteo pudieron haber dado lugar a temor y depresión si ellos se hubieran enfocado en sus problemas. ¡En vez, ellos se enfocaron en Dios-cantándole y adorándole!
La mayoría del tiempo cuando oramos, nos enfocamos en los fracasos del pasado. Volvemos a tocar nuestras derrotas repetidamente, diciendo, "¡Oh, qué tan adelante estaría en el camino si no le hubiese fracasado a Dios y arruinado mi pasado!"
¡Amado, usted tiene que olvidar todo su pasado! Todo está bajo la sangre de Jesucristo-y el preocuparse es pérdida de tiempo. Olvide el pasado-olvídese aun de la última hora. Y también olvídese del futuro, porque solamente el Señor sabe lo que hay por delante. En vez, enfóquese únicamente en el Espíritu Santo, con toda su mente y todo su corazón. ¡Dese completamente a amarlo!
C.- Dedique suficiente tiempo a la comunión con el Espíritu Santo. El no hablará con nadie que tenga prisa. ¡Toda la Palabra de Dios es acerca de esperar en El!
Cuando esté en oración, no se atreva a pensar que la primera cosa que viene a su mente es la voz del Espíritu. ¡No, su carne y el diablo saben sus deseos de oír la voz del Espíritu-y ellos lo precipitarán y lo inyectarán con palabras que no son correctas!
Espere pacientemente. Busque al Señor y minístrele con alabanzas. Tome la autoridad sobre cualquier otra voz que murmulle en su pensamiento. Crea que el Espíritu es mayor que éstos, y que El no dejará que sea engañado o cegado. ¡Esté dispuesto a poner su corazón en Él como Jacob, y no lo deje ir hasta que él lo bendiga!
Un ejemplo extraordinario de andar en el Espíritu.
Nuestro ejemplo se encuentra en 1 Samuel 9. En este capítulo, Saúl fue enviado por su padre a buscar unas asnas que se habían extraviado. Tomando un mozo con él, Saúl buscó a lo largo de las tierras de Efraím, Salim, Benjamín y Zuf. Finalmente, el se desalentó y estuvo listo a darse por vencido. Pero entonces su mozo le habló de Samuel, un vidente; quizás el le podría decir dónde encontrar las asnas.
En esta ocasión, yo veo a Saúl como un tipo de creyente que únicamente buscaba orientación. Todo lo que él pensaba era: "¡¿Dónde están mis asnas? ¿Dónde debo ir? Ya no se qué hacer!"
Mientras tanto, Dios ya le había dicho a Samuel que un hombre joven vendría, y que le ungiera. Aquí Samuel es un tipo del Espíritu Santo, que conoce la mente de Dios; el recibe más que simplemente orientación. ¡Él sabe que Saúl ha sido elegido por Dios para jugar una parte en los propósitos eternos del cielo!
La primera cosa que hizo Samuel cuando Saúl llegó fue hacer una fiesta: "…sube delante de mí al lugar alto, y come hoy conmigo, y por la mañana te despacharé, y te descubriré todo lo que está en tu corazón" (1 Samuel 9:19).
Esto es exactamente lo que el Espíritu Santo desea de nosotros: que nos sentemos a la mesa del Señor y le ministremos, tener un tiempo especial a solas con El, escuchando Su corazón.
"Y de las asnas que se te perdieron hace ya tres días, pierde cuidado de ellas, porque se han hallado." (Verso 20).
Samuel estaba diciendo, "¡no te enfoques en conseguir orientación ahora, todo está arreglado. Hay algo más importante a mano. Tienes que conocer el corazón de Dios, Sus propósitos son eternos!"
Samuel colocó una porción entera de espaldilla ante Saúl, y ellos pasaron el tiempo hablando: "Y…Samuel habló con Saúl en el terrado" (verso 25). Después de esa noche de comunión, Samuel le pidió a Saúl que sacara a su mozo de la sala, para poder tener una sesión más íntima cara a cara: "…Di al criado que se adelante…mas espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios. Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?" (9:27; 10:1).
¿Puede usted ver lo que Dios está diciendo aquí? "¡Si tu realmente quieres andar en el Espíritu, si realmente quieres Mi unción, necesitas buscar más que orientación de Mí. Necesitas venir a Mi presencia y conocer Mi corazón, Mis deseos! ¡Lo que yo quiero es ungirte para usarte en Mi reino!"
Amado, olvide la orientación, olvide todo lo demás por ahora! Permítale al Espíritu Santo enseñarle las cosas profundas ocultas de Dios. Manténgase quieto en Su presencia, y deje que el Señor le muestre Su propio corazón. ¡Ese es el andar en el Espíritu en su más alta forma!
¡Cuando haga esto, la orientación vendrá, y no tendrá que preguntar! Cuando Saúl salía, Samuel le dijo, "ve camino a la sepultura de Raquel y tu recibirás la información que necesitas de tus asnas" (véase 10:2). ¡Entonces Saúl recibió una de las instrucciones más increíblemente detalladas en toda la Palabra de Dios!
Dios tiene un precioso aceite de unción que El quiere verter sobre usted. El quiere que usted salga de Su presencia con el aroma de Su unción. Y al salir de su presencia, El dirá con palabras suaves "Ah, lo que tú querías saber…." Él lo promete:
"Y Jehová hará oír su potente voz…"(Isaías 30:30).
¿Quiere usted andar en el Espíritu? Entonces coloque su corazón en busca de El ahora. Usted aprenderá a conocer Su voz - con claras orientaciones detalladas.

¡Amén!
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jueves, 16 de abril de 2015

El ministerio del Espíritu en llenar o La Plenitud del Espíritu.

Los ministerios del Espíritu. Anexo 1: La Plenitud del Espíritu.

7.- El ministerio del Espíritu en llenar o La Plenitud del Espíritu.

Innegablemente se puede ver en el libro de los Hechos de los Apóstoles que la llenura del Espíritu era la experiencia de los primeros cristianos. Por consiguiente, podemos llegar a un entendimiento claro de lo que es “la plenitud del Espíritu” por el estudio de la Palabra de Dios.
Se nos presenta un campo ilimitado cuando se nos dice que podemos ser “transformados en la misma semejanza (de Cristo), de gloria en gloria, así como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18).
Según las Sagradas Escrituras, el ideal divino es el creyente lleno del Espíritu. Se encuentra en el Nuevo Testamento un mandamiento directo: “Y no os embriaguéis con vino, en el cual hay disolución, sino antes sed llenos del Espíritu” (o, de una forma más literal, “dejad que el Espíritu os llene continuamente” (Ef. 5:18).
Aquí la forma del verbo difiere de la que se usa en conexión con los demás ministerios del Espíritu. El cristiano ha nacido, ha sido bautizado, habitado, y sellado por el Espíritu; pero debe ser llenado continuamente del Espíritu.
Por consiguiente, para experimentar la verdadera espiritualidad el cristiano tiene que ser lleno y mantenerse lleno del Espíritu. Puede ser que la iniciación en esta vida controlada por el Espíritu vaya acompañada de una experiencia, o puede ser que no.
El “Espíritu” es la causa de toda espiritualidad verdadera. Su obra es manifestar a “Cristo, el cual es nuestra vida” de tal manera que uno puede decir: “Porque para mí el vivir es Cristo”; pero el poder suficiente que hace posible dicha vida en que Cristo se ve en nosotros, es el Espíritu de Dios que nos habita, pues es el resultado de la plenitud del Espíritu.
Es importante notar que tres veces en el Nuevo Testamento el efecto de las bebidas alcohólicas se contrapone a la vida llena del Espíritu (Luc. 1:15; Hech. 2:12-21; Ef. 5:18). Como el alcohol estimula las fuerzas físicas y los hombres son inclinados a tomarlo para que les ayude en sus situaciones difíciles, de la misma manera que el hijo de Dios, enfrentando la responsabilidad sobrehumana de un andar y servicio celestial, se dirige al Espíritu quien es la fuente de todo poder y suficiencia. Cada momento en la vida espiritual se presentan demandas sobrehumanas y existe una necesidad desmedida de parte del creyente. Por tanto, es menester recibir y emplear constantemente la provisión de poder y gracia que se nos ofrece. Ser lleno del Espíritu es tener el Espíritu cumpliendo en nosotros todo lo que Dios propuso que hiciera cuando nos lo dio. Ser lleno de El no es el problema de recibir más del Espíritu: antes bien, es la cuestión de que el Espíritu tome más de nosotros.
Nunca tendremos más del Espíritu que la unción que cada cristiano ya ha recibido. Por otra parte, el Espíritu puede controlar todo el creyente y así manifestar en él la vida y el carácter de Cristo. De manera que la persona espiritual es aquella que experimenta el propósito y plan divino en su vivir diario por medio del poder del Espíritu que le habita. El carácter de dicha vida será la manifestación de Cristo. La causa de ella será la obra del Espíritu no impedido en nosotros (Ef. 3:16-21; 2 Cor. 3:18).
Se ve claramente en el Nuevo Testamento lo que el Espíritu produciría en una vida bien ajustada, y esta revelación en su totalidad constituye la definición bíblica de la verdadera espiritualidad. Tales empresas se asignan específicamente al Espíritu, y son Sus manifestaciones en el cristiano y por medio de él.

SIETE MANIFESTACIONES DEL ESPÍRITU.
Las manifestaciones del Espíritu son siete, las cuales se experimentan únicamente por los creyentes llenos del Espíritu; porque en las Escrituras, estos resultados nunca se relacionan con cualquier ministerio del Espíritu sino con el de la plenitud. Las siete manifestaciones del Espíritu son:
l. El Espíritu produce un carácter cristiano.
2. El Espíritu produce servicio cristiano.
3. El Espíritu enseña.
4. El Espíritu promueve alabanza y acción de gracias.
5. El Espíritu guía.
6. El Espíritu da testimonio con nuestro espíritu.
7. El Espíritu intercede por nosotros.

l. El Espíritu produce un carácter cristiano.
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza, dominio sobre sí mismo” (Gal. 5:22, 23).
Comprendida en estas nueve palabras tenemos no solamente una declaración exacta de lo que es el carácter cristiano, sino también una descripción del proceder de Cristo mientras vivía en la tierra. También, es una revelación de aquella norma de vida tan elevada que El desea que experimente el cristiano ahora mismo. Estas nueve palabras forman una definición bíblica de lo que significa la frase, “Porque para mí el vivir es Cristo”. Por lo tanto, el carácter cristiano no se desarrolla ni se edifica por medio de la atención y energía humanas.

2. El Espíritu produce servicio cristiano.
Así como la razón humana no es útil para conocer la enseñanza bíblica, la cual es espiritual, así también el servicio cristiano ha de ser el ejercicio directo de la energía del Espíritu por medio del creyente. “De adentro de él fluirán ríos de agua viva. Esto empero lo dijo respecto al Espíritu” (Jn. 7:38-39). La energía humana jamás producirá “agua viva”, y mucho menos “ríos” de ella. Semejante obra se relaciona con el Infinito. Lo más que podría hacer el ser humano seria servir de canal, o instrumento, a fin de que el poder divino fluya por su medio.
El mismo servicio del cristiano, igual que su salvación, ha sido diseñado en el eterno plan y propósito de Dios: “Porque hechura suya somos nosotros, creados en Cristo Jesús para las buenas obras, las cuales había Dios antes preparado, para que anduviésemos en ellas” ( Ef. 2:10). Según este mensaje, Dios ha preparado anticipadamente un servicio muy especial para cada individuo, y el desempeño de los ministerios particulares e individuales constituye “las buenas obras” de conformidad con la opinión divina.
Según la enseñanza del Nuevo Testamento el servicio del cristiano es el ejercicio de un “don”. Es más bien el Espíritu queriendo lograr un fin, y usando al creyente para hacerlo; y no el creyente deseando hacer algo, y pidiendo la ayuda de Dios en la tarea. Es “la obra del Señor en la cual la Escritura nos exhorta que abundemos. Según la Palabra de Dios el Espíritu produce el servicio cristiano de igual manera que produce las virtudes de Cristo en y por medio del creyente.
Por lo tanto, un “don” es una “manifestación del Espíritu”, o un servicio divinamente producido por el Espíritu “conforme él quiere”. Por consiguiente, es claro que el creyente no puede experimentar el libre ejercicio del “don” de Dios si no le rinde a Él su vida.

3. El Espíritu enseña.
El Espíritu como el maestro que enseña al creyente se describe por las palabras de Cristo en Juan 16:12-15: “Tengo todavía muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar. Más cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, él os guiará al conocimiento de toda la verdad; porque no hablará de sí mismo (de su propio mensaje), sino que todo cuanto oyere hablará; y os anunciará las cosas venideras. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo anunciará. Todo cuanto tiene el Padre, mío es; por tanto os dije que tomará de lo mío y os lo anunciará”.
Aquí se promete que el hijo de Dios puede entrar en el reino más elevado de la verdad conocible como se revela en la Palabra de Dios. “Todo cuanto tiene el Padre” se incluye en las cosas e Cristo “las cosas venideras” y, éstas constituyen el campo infinitamente extenso en el cual el creyente puede ser guiado por el Maestro divino.
“Pero nosotros hemos recibido... el Espíritu que es de Dios; para que conozcamos las cosas que nos han sido dadas gratuitamente por Dios” (1 Cor. 2:12). “Más en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido, permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe: al contrario, así como su unción os enseña respecto de todas las cosas, y es verdad y no mentira, y así como ella os ha enseñado, así vosotros  permanecéis en él” (l Jn.2:27).
Más allá del alcance de la sabiduría humana hay cosas “que ojo no vio, ni oído oyó, y jamás entraron en pensamiento humano…, pero a nosotros nos las ha revelado Dios por medio de su Espíritu” Pero, esta verdad se revela solamente a los cristianos espirituales.

4. El Espíritu promueve alabanza y acción de gracias.
Inmediatamente después de la exhortación que se encuentra en Ef. 5:18 a que seamos “llenos del Espíritu”, se nos da una descripción de los resultados normales de dicha plenitud: “Hablando entre vosotros con salmos e himnos y canciones espirituales, cantando y alabando en vuestros corazones al Señor, dando gracias siempre por todas las cosas, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, al Dios y Padre nuestro”.
Se deduce, entonces, que la acción de gracias por todas las cosas y la alabanza a Dios representan la obra del Espíritu en aquel a quien ha venido a morar.

5. El Espíritu guía.
Se nos dice en Rom. 8:14: “Porque todos cuantos son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”.
Se puede decir que ésta es la experiencia normal del cristiano según el plan de Dios. De igual manera, es verdad que algunos cristianos son anormales en que no son guiados constantemente por el Espíritu; porque así se nos revela en Gál. 5:18: “Mas si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo sistema de ley”. El andar conforme al Espíritu, o sea la vida que es guiada por el Espíritu, es una de las grandes nuevas realidades que pertenecen a esta presente dispensación de la gracia. Sin embargo, algunos cristianos están muy lejos de esta bendición, pues su vida diaria se amolda y se conforma más bien al orden y las relaciones de la dispensación ya pasada.
Una de las glorias magnas de la presente edad es ésta, que el hijo de Dios quien es ciudadano del cielo, puede vivir una vida sobrenatural, en perfecta armonía con su llamamiento celestial, por medio de su constante andar en el Espíritu. No todos los creyentes experimentan la intima direcci6n del Espíritu, porque dicha dirección depende de la buena voluntad de parte del creyente para seguir, yendo a  dondequiera que El nos guie en Su sabiduría infinita.

6. El Espíritu da testimonio con nuestro espíritu.
Se nos dice en Rom. 8:16: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Según el significado primario de este versículo, el Espíritu da testimonio con nuestro espíritu hacia Dios. También, es muy claro que El da testimonio a nuestro espíritu tocante a todo lo que tenemos en virtud de nuestra relación con Dios como Sus hijos. Este ministerio de dar testimonio de parte del Espíritu se menciona otra vez en Gál. 4:6: “Y por cuanto sois hijos, ha enviado Dios el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, clamando: ¡Abba, Padre!”
Por medio de esta particular manifestación del Espíritu las cosas invisibles llegan a ser dichosamente reales.

7. El Espíritu intercede por nosotros.
La promesa al respecto se registra en Rom. 8:26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Este ministerio se refiere a una particular forma de oración. La intercesión debe considerarse como limitada al ministerio en que uno se pone entre Dios y su prójimo. Es una oración a favor de otros. Bajo tales condiciones, no sabemos cómo orar como se debe, pero el Espíritu ayuda nuestra flaqueza. En sí mismo el creyente está menos preparado para orar por otros que cualquier otra cosa, pero la intercesión por sus semejantes es uno de los ministerios mis grandes que le han sido encomendados al hijo de Dios. Podemos familiarizarnos con la Palabra que predicamos; pero el campo de la intercesión es nuevo, desconocido e inescrutable. Muy pocos cristianos han entrado en dicho ministerio de oración pero todos pueden entrar.

ENTONCES ¿QUE ES   VERDADERA LA ESPIRITUALIDAD?
Al concluir, se puede decir que un cristiano espiritual es un cristiano lleno del Espíritu, en quien el Espíritu no contristado manifiesta a Cristo, produciendo en él el verdadero carácter cristiano, que es “el fruto del Espíritu; dándole poder para el verdadero servicio cristiano por medio del ejercicio de un “don del Espíritu”; por medio de instrucción personal en la Palabra de Dios; inspirando verdadera alabanza y acción de gracias; guiando al creyente en un continuo andar “en el Espíritu”, convirtiendo en un verdadero éxtasis celestial del corazón, todo lo que ha sido aceptado por fe, es decir, las posiciones y posesiones en Cristo; e inclinando, iluminando y habilitando al creyente en la oración de intercesión.
La espiritualidad verdadera comprende las siete mencionadas manifestaciones del Espíritu en y por medio del que llena. No es meramente la cesación de las cosas que se llaman “mundanas” sino la producción de la vida divina. No consiste en lo que no se hace, sino en lo que se hace. No es supresión, sino expresión. No es mantenerse en el “yo” sino vivir a Cristo. La persona no regenerada no se salvaría si dejara de pecar: todavía le faltarían el nuevo nacimiento y la vida eterna. Del mismo modo, el cristiano no llegaría a ser espiritual, si se abstuviera de toda la mundanalidad: porque le faltarían todas las manifestaciones del Espíritu.
Es la obra del Espíritu producir en el creyente una vida de carácter celestial. Dicha vida es inimitable; sin embargo, comúnmente se supone que la espiritualidad consiste en luchar para observar ciertos reglamentos, o para imitar un ideal celestial. La espiritualidad no se obtiene luchando: tiene que apropiarse. No es la imitación de un ideal celestial, sino la impartición del poder divino que tan sólo puede realizar ese ideal. “La letra mata, mas el Espíritu da vida”. La Palabra escrita revela el carácter de la vida espiritual y exhorta a que se cumpla; pero con la misma fidelidad revela que la vida puede realizarse únicamente por el poder de Dios. Hemos de servir “en novedad de espíritu, y no en vejez de Letra”. Muy poca bendición hay para el cristiano hasta que abandona el principio de vivir por reglas y aprende a andar por el Espíritu, en fresca e ininterrumpida comunión con Dios.
Es posible ser nacido del Espíritu, bautizado con el Espíritu, habitado por el Espíritu, sellado con el Espíritu, sin experimentar la plenitud del Espíritu.
Los primeros cuatro ministerios se cumplieron perfectamente en cada creyente desde el momento en que fue salvado; porque dependen de la fidelidad del Padre para con Su hijo. El último ministerio que acabamos de mencionar, o sea, la plenitud del Espíritu, no se ha experimentado por todos los cristianos; porque este ministerio depende de la fidelidad del hijo para con su Padre. Es la obra normal del Espíritu llenar al que se encuentra bien relacionado con Dios. El cristiano siempre será lleno mientras haga posible la obra del Espíritu en su vida.

De acuerdo con la enseñanza de la Palabra de Dios hay tres condiciones por las cuales el cristiano puede ser espiritual o lleno del Espíritu, dos de ellas se relacionan directamente con el asunto del pecado en la vida diaria del creyente, y la otra se relaciona con su rendición a la voluntad a Dios. Consideraremos estas condiciones en el siguiente anexo.
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sábado, 11 de abril de 2015

EL CONOCIMIENTO DEL ESPÍRITU DE DIOS.


                Isa 40:13  “¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole?”
 Introducción.
 Al cristiano se le llama así porque está relacionado con Cristo; pero “el hombre espiritual” además de su relación con Cristo para la salvación, es espiritual porque está relacionado con el Espíritu. Por lo tanto, cualquier esfuerzo para descubrir la espiritualidad verdadera (vivir  o andar en el espíritu) debe basarse sobre un entendimiento claro de la revelación bíblica concerniente al Espíritu y sus diferentes relaciones con los hombres. Examinemos entonces estas relaciones a las cuales les podemos llamar: Ministerios del Espíritu.

Los Ministerios del Espíritu.
Las relaciones finales y permanentes del Espíritu para con los hombres se revelan bajo siete ministerios; de los cuales, dos son para el mundo incrédulo; cinco son para todos los creyentes.
1.- El ministerio restrictivo del Espíritu.
2.- El ministerio del Espíritu para convencer al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio.
3.- El ministerio regenerador del Espíritu.
4.- El ministerio del Espíritu como morador del creyente.
5.- El ministerio del Espíritu para bautizar.
6.- El ministerio del Espíritu para sellar.
7.- El ministerio del Espíritu en llenar.
Examinemos lo que la Escritura dice acerca de cada uno.

1.- El ministerio restrictivo del Espíritu. (2 Tes. 2:6-8)
Este es el único pasaje que trata de este aspecto de la obra del Espíritu. En dicho pasaje, el Apóstol acaba de exponer el hecho de que, inmediatamente antes del regreso de Cristo en Su gloria, habrá una apostasía y el “hombre de pecado” se revelaría, “el cual se opone a Dios, y se ensalza sobre todo lo que se llama Dios, o que es objeto de culto”.
Se dice a continuación: “Y ahora sabéis lo que lo detiene, para que sea revelado a su propio tiempo. Porque el misterio de iniquidad está ya obrando; sólo que hay quien ahora  lo detiene, y lo detendrá, hasta tanto que sea quitado de en medio: y entonces será revelado el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su advenimiento”.
Aunque no se menciona la identidad del que detiene la manifestación del “hombre de pecado” es obvio que ningún poder humano puede hacerlo, solamente Dios mismo y siendo el Espíritu el Agente Divino activo en la presente dispensación, se deduce que este pasaje se refiere al Espíritu de Dios. Es evidente que es el Espíritu de Dios quien detiene los proyectos del “hombre de Satanás” hasta el tiempo señalado por Dios. Aquella relación particular o Presencia que comenzó con la Iglesia y ha continuado con ella, cesará naturalmente cuando sea quitada la Iglesia. Siendo Dios omnipresente, el Espíritu quedará en el mundo, pero Su ministerio presente y Su permanencia en la Iglesia habrán sido cambiados. El Espíritu estaba en el mundo antes del Día de Pentecostés; sin embargo, se nos dice que aquel día El vino conforme a la promesa de Cristo. Vino en el sentido de que inició una permanencia distinta en la iglesia -el cuerpo de creyentes- y un ministerio nuevo en el mundo. Este ministerio se terminará cuando la Iglesia sea arrebatada, y Su permanencia concluirá cuando Su templo de piedras vivas sea quitado. Así se puede concluir que la retirada del Espíritu será la reversión de Pentecostés, y no implica Su ausencia completa del mundo. Antes bien volverá a sostener las mismas relaciones y obrar lo mismo como lo hizo durante la dispensación anterior. Hay evidencias irrefutables de la presencia y poder del Espíritu en el mundo después del rapto de la Iglesia. La influencia restrictiva se retirará y la Iglesia será arrebatada en un tiempo futuro, aunque cercano, que sólo Dios sabe y entonces a las fuerzas de las tinieblas se les permitirá manifestarse en plenitud para luego enfrentar el juicio final.
Una evidencia del poder del Espíritu para detener el mal puede notarse en el hecho de que los hombres por profanos que sean no blasfeman libremente el nombre del Espíritu Santo. Hay un poder en el mundo que impide el desarrollo completo de la maldad, y este es uno de los ministerios del Espíritu.

2.- El ministerio del Espíritu para convencer al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio.
 Este ministerio, por su propia naturaleza, tiene que ser una obra con los individuos que están en el mundo, y no con el mundo entero como conjunto.
Juan 16:8-11 dice así: “Y cuando él haya venido, convencerá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio: de pecado, porque no creen en mi; de justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis más; de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido ya condenado”
Este pasaje revela tres aspectos de dicho ministerio del Espíritu.
A) El Espíritu ilumina la mente del inconverso con respecto al pecado. “De pecado, porque no creen en mi” El juicio completo del pecado ha sido tratado y consumado en la cruz, donde murió Jesús por nuestros pecados (Jn. 1:29). Por lo tanto, al hombre perdido es menester hacerle ver que, a causa de la cruz, su responsabilidad presente es aceptar el remedio que Dios ha provisto por sus pecados.
En este ministerio, el Espíritu no le avergüenza en cuanto a sus pecados; pero le revela el hecho de que hay un Salvador, a quien puede recibir o rechazar.
B) El Espíritu ilumina al inconverso con respecto a justicia. Para la gente mundana es extraño que la justicia perfecta pueda ganarse simplemente por creer en Jesús, sin embargo, cada alma perdida debe sentir, hasta cierto punto, esta gran posibilidad, si ha de constreñirse a acudir a Cristo y abandonar toda confianza en sí mismo. Eso es lo que hace este ministerio del Espíritu.
C) El Espíritu ilumina al inconverso para que entienda que el juicio divino ya se llevó a cabo; porque “el príncipe de este mundo ha sido ya condenado”. Mediante dicha iluminación el inconverso es conducido a reconocer que el problema no consiste en lograr que Dios se haga misericordioso en cuanto al juicio de sus pecados: al contrario, los pecadores han de creer que este juicio ya se efectuó y solamente les toca descansar en la victoria inapreciable que ha sido ganada para ellos. Al mundo se le hace saber que todo el poder de Satanás sobre el hombre a causa de sus pecados ha sido roto, de tal manera que Dios, puede ahora recibir y salvar a los culpables si ponen su fe en Jesús.
Indudablemente, es el propósito de Dios que el Espíritu se valga de los instrumentos que se digna escoger para iluminar al mundo con respecto al pecado, la justicia y el juicio. Puede usar un predicador, una porción de las Escrituras, el testimonio de un cristiano, o un tratado; pero tras todos estos medios humanos está la operación efectiva del Espíritu.

3.- El ministerio regenerador del Espíritu.
Este y los tres ministerios sucesivos del Espíritu se relacionan con la salvación de aquel que cree en Cristo. Es nacido del Espíritu (Jn. 3:6), y ha llegado a ser un hijo legitimo de Dios. Ha llegado a ser participante  “de la naturaleza divina” y, “Cristo, la esperanza de gloria”, ha sido engendrado en é1. Siendo un hijo de Dios, es también heredero de Dios, y coheredero con Cristo Jesús. Esta nueva naturaleza divina ha sido implantada más hondamente en su ser que la naturaleza humana que recibió de sus padres. Tal transformación se lleva a cabo cuando cree, y nunca se repite; porque la Biblia no enseña nada respecto a una segunda regeneración por el Espíritu.

4.- El ministerio del Espíritu como morador del creyente. 
El hecho de que ahora el Espíritu mora en cada creyente es una de las características más sobresalientes de esta edad. Es uno de los contrastes más importantes entre la dispensación de la ley y la de la gracia.
Es el propósito divino que bajo la gracia, la vida del creyente se viva mediante el poder inquebrantable del Espíritu. Este don era considerado por los primeros cristianos como un hecho fundamental que caracterizaba el nuevo estado del creyente.
El hecho de que el Espíritu mora en el creyente no se revela por medio de ninguna experiencia; no obstante, es el cimiento sobre el cual dependen todos los demás ministerios del Espíritu para el hijo de Dios. Es imposible comprender el plan y la provisión de Dios para una vida de poder y bendición, si uno ignora la revelación especifica  que manifiesta dónde está el Espíritu ahora en relación al creyente. Es menester que se entienda y se crea de todo corazón que el Espíritu reside ahora en el verdadero hijo de Dios, y que lo hace desde el momento que se salva porque la Biblia lo enseña explícitamente. Unos pasajes de la Escritura bastarán para indicar la enseñanza bíblica en cuanto a este tema.
Juan 7:37-39: “Y en el último día, el gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie, y clamó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de adentro (la vida interior) de él fluirán ríos de agua viva. Esto empero lo dijo respecto del Espíritu, que los que creían en él habían de recibir; pues el Espíritu Santo no había sido dado todavía, por cuanto Jesús no había sido aún glorificado”. En este pasaje se encuentra la promesa especifica que todos los que creen en Cristo durante la presente dispensación reciben el Espíritu cuando creen.
Romanos 5:5: “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado”.
Romanos 8:9: “Vosotros empero no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es así que el Espíritu de Dios habita en vosotros: mas si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de é1”. Es obvio que aquí se hace referencia al Espíritu que mora en el creyente. Su presencia no es solamente una prueba del mero hecho de la salvación, sino que cada avivamiento del cuerpo mortal depende de “su Espíritu que habita en vosotros” (v. 11).
Romanos 8:23 “Y no tan sólo así (la creación entera), sino que nosotros también, que tenemos las primicias del Espíritu”. Aquí no se hace referencia a un grupo especial de cristianos. Todos los cristianos tienen “las primicias del Espíritu”.
1 Corintios 2:12: “Pero nosotros hemos recibido.... el Espíritu que es de Dios”. Otra vez observamos que todos los creyentes han recibido al Espíritu, y no meramente un grupo de ellos.
I Corintios 6:19-20: “¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios? Y no sois dueños de vosotros mismos; porque fuisteis comprados a gran precio; glorificad, pues, a Dios con vuestro cuerpo (y con vuestro espíritu que son de Dios)”.
Estas palabras no se refieren a un grupo muy santo de cristianos. Se revela por el contexto que los corintios eran culpables de pecado bastante serio, y el hecho de que el Espíritu moraba en ellos fue la base de esta exhortación. No se les dice que perderán al Espíritu a menos que dejen de pecar. Se les dice que tienen al Espíritu en ellos, y se les apela a que vuelvan a una vida de santidad y pureza por esta única razón.
1 Corintios 12:13: “Y a todos se nos hizo beber de un mismo Espíritu.” Los mismos imperfectos corintios se incluían en la palabra “todos” (véase también v. 7).
2 Corintios 5:5: “Y el que nos ha hecho para esto mismo, es Dios, el cual nos ha dado las arras del Espíritu.” Este don no es sólo para algunos cristianos, sino para todos.
Gálatas 3:2: “Esto sólo quisiera saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por obras legales o por el mensaje de la fe?” Fue por la fe, y el Espíritu ha sido dado a todos los que han tenido esta fe salvadora.
Gálatas 4:6: “Y por cuanto sois hijos (no es por cuanto sois santificados), ha enviado Dios el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones clamando: ¡Abba, Padre!”
1 Juan 3:24: “Y en esto conocemos que él habita en nosotros, por el Espíritu que él nos ha dado.”
1 Juan 4:13: “En esto conocemos que moramos en El, y El en nosotros, en que nos ha dado su Espíritu.” El Espíritu morador es una “unción o “ungimiento” para cada hijo de Dios; porque estas palabras no se usan para referirse solo a una clase de creyentes sino a todos (1 Juan 2:20,27).
Un argumento adicional para creer en que el Espíritu de Dios mora en todos los cristianos y no solo en algunos es el siguiente: Una vida santa, la cual tiene que depender siempre del poder capacitador del Espíritu, se exige tanto de un creyente como de otro. No hay una norma de vida para un grupo de creyentes y otra norma para otro grupo de creyentes. Si hubiera un hijo de Dios sin el Espíritu debiera ser exento, con toda razón, de aquellas responsabilidades que anticipan el poder y la presencia del Espíritu. El hecho de que Dios se dirige a todos creyentes como si tuviesen el Espíritu es evidencia poderosa de que en verdad lo tienen.
Por consiguiente, se puede concluir que todos los creyentes tienen el Espíritu. Esto no implica que todos hayan experimentado todas las bendiciones posibles de una vida llena del Espíritu. Reciben al Espíritu cuando se salvan, y no se registra ninguna palabra en la Biblia que sugiera que El jamás se retire. Su presencia permanece con ellos para siempre.

5.- El ministerio del Espíritu para bautizar.
Toda la enseñanza bíblica sobre este tema se presenta en los pasajes siguientes Mat.3:11; Marc. 1:8; Luc. 3:16; Jn. l: 33; Hech. 1:5; 11:16; Rom. 6:3, 4; 1Cor. 12:13; Gal. 3:27; Efe. 4:5: Col. 2:12. De estos solamente uno desarrolla el verdadero significado: “Porque por un mismo Espíritu todos nosotros fuimos bautizados, para ser constituidos en uno solo cuerpo, ora seamos judíos o griegos, ora seamos siervos o libres; y a todos se nos hizo beber de un mismo Espíritu” (1 Cor. 12:13; compare con Rom. 6:3).
Este ministerio del Espíritu no se relaciona con el poder o servicio del creyente en ningún pasaje. Trata de la formación del cuerpo de Cristo por medio de miembros vivos, y cuando uno se une vital y orgánicamente con Cristo, se bautiza en un solo cuerpo, y se le hace beber “de un mismo Espíritu” (véase v. 12). Siendo un miembro en el cuerpo de Cristo, el creyente sostiene con El una relación que implica servicio; pero el servicio se relaciona siempre con otro ministerio antes que el bautismo del Espíritu.
Puesto que el bautismo del Espíritu resulta de colocar al creyente orgánicamente en Cristo, es precisamente aquella operación de Dios la que establece cada posición y cada rango de los cristianos. No hay otra obra de parte de Dios en la salvación que tenga un resultado de más alcance que ésta. Es por medio de esta nueva unión a Cristo por la que se dice que el cristiano está “en Cristo”, y estando “en Cristo” participa de todo lo que es Cristo: Su vida, Su justicia y Su gloria. El inconverso está “sin Cristo”, pero entra completamente en esta unión con Cristo desde el momento que cree.
La relación orgánica con el cuerpo de Cristo se efectúa como parte de la gran obra de Dios en la salvación, la cual se realiza cuando se ejerce la fe salvadora. No hay evidencia alguna de que el bautismo del Espíritu se repita por segunda vez.

6.- El ministerio del Espíritu para sellar.
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual sois sellados para el día de la redención” (Ef. 4:30; véanse también 2 Cor. l: 22; Ef.1:13). Este ministerio del Espíritu representa evidentemente el aspecto hacia Dios de la relación: autoridad, responsabilidad y una transacción final. Es “para el día de la redención” EI Espíritu mismo es el sello, y todos los que tienen el Espíritu son sellados. Su presencia en el corazón es la marca divina. Dicho ministerio del Espíritu se cumple cuando se ejerce la fe salvadora, y no puede repetirse, porque el primer sello es “para el día de la redención”.
De manera que hay cuatro ministerios del Espíritu para el creyente, los cuales se efectúan al momento que se salva, y nunca se repetirán una segunda vez: Es nacido, habitado, bautizado, y sellado mediante el Espíritu.
Se puede agregar que estos cuatro ministerios del Espíritu en el hijo de Dios no se relacionan necesariamente con una experiencia interna sensible en el cuerpo o el alma, ni con alguna manifestación externa. Puede ser que después que sea salvo, el Espíritu haga que estas verdades sean reales en su mayor comprensión de la salvación, y entonces serán motivo de mucho gozo y consuelo. Estos cuatro ministerios que se realizan en y para todos los creyentes del mismo modo constituyen “las arras del Espíritu” (2 Cor. l: 22; 5:5), y “las primicias del Espíritu” (Rom. 8:23).

7.- El ministerio del Espíritu en llenar. 

El hecho, la extensión, y las condiciones de este ministerio del Espíritu constituyen una información muy extensa, por lo que, se tratará este ministerio en un solo tema, que será el siguiente.  

Espero sus comentarios, sugerencias y preguntas. Los invito a leer el blog hermano: cristinismoverdadero.blogspot.com  Dios los bendiga.