EL CONOCIMIENTO
DE DIOS.
Juan
17:3 “Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.
¡Dios existe! Partiremos de la suposición de
que quien examine este articulo cree en
DIOS.
¿Podemos conocer a Dios? Puesto que
comprendemos que DIOS es infinito y absoluto y nosotros finitos y relativos,
entendemos que es insondable, incognoscible. Pero Él desea que le conozcamos y
por ello se ha revelado al ser humano.
¿Qué tanto podemos conocerlo? Tanto como se haya revelado, solamente podemos
conocer lo que ha revelado de sí mismo.
1.-
Por la creación. Sal 19: 1, 2. Rom. 1: 19, 20; Rom. 2:14,15.
2.-
Por Sus manifestaciones (Teofanías). Hebreos 1: 1, 2.
3.-
Por las Escrituras Sagradas.
4.- Por
Jesucristo. Hebreos 1: 1, 2.
Los cristianos
verdaderos se regocijan en el hecho de que "El Hijo de Dios ha venido y
nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el
verdadero, en su Hijo Jesucristo". 1 Juan 5: 20. Y “Todas las cosas me fueron entregadas por mi
Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre,
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”. Lucas 10:22
Nada hay de
sorprendente en el hecho de que Dios solamente pueda ser conocido si le place
revelarse, y hasta dónde le place revelarse. Dice S. Pablo "porque ¿quién
de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está
en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de
Dios". I Cor. 2: 11.
Tenemos
conocimiento verdadero de Dios en la Biblia, aunque no tenemos conocimiento
exhaustivo. Podemos conocer algunos de los pensamientos de Dios, e incluso
muchos de ellos, partiendo de la Biblia, y cuando los sabemos nosotros, como
David, hallaremos que son «preciosos» (Sal 139:17).
Algunos dicen
que no podemos conocer a Dios mismo, sino que sólo podemos conocer realidades
en cuanto a él y saber lo que él hace. Otros han dicho que no podemos conocer a
Dios como él es en sí mismo, pero que sólo podemos conocerle según se relaciona
con nosotros (y hay cierta implicación de que estas dos cosas de alguna manera
son diferentes). Pero la Biblia no habla de esa manera. Varios pasajes hablan
de que conocemos a Dios mismo. Leemos las palabras de Dios en Jeremías:
«Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el
rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de
comprender que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, con derecho y
justicia, pues es lo que a mí me agrada», afirma el Señor Jer. 9:23-24.
Aquí Dios dice
que la fuente de nuestro gozo y sentido de importancia debe venir no de
nuestras capacidades o posesiones, sino del hecho de que le conocemos.
De modo similar,
al orar a su Padre, Jesús pudo decir: «y ésta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has
enviado» (Jn 17:3). La promesa del nuevo pacto es que todos conoceremos
a Dios, «desde el más pequeño hasta el más grande» (Heb 8:11), y la
Primera Epístola de Juan nos dice «que el Hijo de Dios ha venido y nos
ha dado entendimiento para que conozcamos al Dios verdadero» (1 Jn 5:20;
vea también Gá 4:9; Flp 3:10; 1 Jn 2:3; 4.8). Juan pudo decir: «Les he
escrito a ustedes, queridos hijos, porque han conocido al Padre» (1 Jn
2:13).
El hecho de que
en efecto conozcamos a Dios mismo se demuestra adicionalmente al damos cuenta
de que las riquezas de la vida cristiana incluyen una relación personal con
Dios. Como implican estos pasajes, tenemos un privilegio mucho mayor que el
simple conocimiento de datos en cuanto a Dios. Hablamos con Dios en la oración,
y él nos habla mediante su palabra. Tenemos comunión con él en su presencia,
entonamos sus alabanzas, y nos damos cuenta de que él mora personalmente entre
nosotros y en nosotros para bendecimos (Jn 14:23). En verdad, esta relación
personal con Dios como Padre, como Hijo
y como Espíritu Santo se puede decir que es la más grande de todas las
bendiciones de la vida cristiana.
Resumiendo,
podemos decir que al Dios infinito e incognoscible, le podemos conocer porque
Él quiere que le conozcamos y se revela a nosotros. Por lo tanto es importante
distinguir las tres etapas del conocer a Dios: 1.- Históricamente; 2.-
Doctrinalmente; y 3.- Espiritualmente (como experiencia interna).
Dios es Uno.
El testimonio de
las Escrituras es que hay solo un Dios verdadero. La creencia en solo un Dios
es monoteísmo [Griego: mono = uno + theos = dios]. La creencia en
más que un Dios es politeísmo [Griego: poly = muchos]. La fe cristiana
es monoteísta
En Deuteronomio
6:4, se encuentra uno de las más importantes declaraciones en toda la Escritura
acerca de Dios: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”.
Hay un solo Dios,
pero es importante entender que la palabra “uno” proviene de la palabra hebrea
“echad” que se refiere a una unidad más que al singular, que Elohim (El creador
Todopoderoso) en génesis es un sustantivo plural y Adonaí (El señor), otra
forma del A.T. para referirse a Dios también es plural. Esta verdad tendrá una
gran importancia en el segundo nivel de estudio del conocimiento de la vida
cristiana, cuando aprendamos que el único Dios verdadero existe como una unidad
compuesta: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
Dios es
Relacional.
El testimonio de
las Escrituras es que Dios desea una relación personal con Su creación, y
especialmente, con el hombre quien Él creó a Su propia imagen. Esta es una de
las verdades más grandes del cristianismo. Dios creó al hombre para que el
hombre lo conociera y fuera destinatario de Su bondad. Cuando la relación entre
el hombre y Dios fue rota por el pecado, Dios envió Su propio Hijo para que
ésta relación fuera restaurada. Todos los que han sido reconciliados con Dios por
medio de la fe en Su Hijo pueden tener la más grande confianza de que Dios
busca una relación personal con ellos. Génesis 3:8-9 dice: “Y oyeron la voz de
Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su
mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del
huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?”. El hecho
de que Dios buscó a Adán y Eva inmediatamente después de su caída nos enseña
que el carácter de Dios y Su deseo es tener una relación con el hombre aún en
el estado caído para poder restaurarlo del pecado.